"El Señor te bendiga y te proteja" -Num- 6,24- (11-9-2011)
“EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE PROTEJA” (Num 6,24)
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
El libro de los Números presenta una fórmula de bendición que el Señor comunica a Moisés para bendecir a los hijos de Israel: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Num 6,24-26).
Estamos concluyendo el periodo estival. Tenemos muchos motivos para dar gracias a Dios. Hemos dispuesto de algo más de tiempo para descansar, para entrar en contacto con la naturaleza y agradecer los dones de la creación. Hemos disfrutado de buenas y provechosas lecturas. La relación con los amigos y familiares ha podido ser más intensa. Las calles y plazas se han llenado de voces y juegos, de niños y jóvenes. Hemos vivido las fiestas patronales de nuestros pueblos y ciudades con alegría. La Jornada Mundial de la Juventud ha marcado profundamente nuestros corazones.
También ha habido muchas personas que no han disfrutado de vacaciones: los que han estado hospitalizados, los que sufren alguna enfermedad crónica, los que han cuidado a sus familiares enfermos o ancianos, los que no han tenido recursos económicos para desplazarse, los que han tenido que trabajar para costear sus estudios, los que han tenido cerca los libros de texto para avanzar o recuperar ritmo, los que han buscado sin éxito un trabajo digno y estable, los que, con su trabajo, se han ocupado de que el ritmo cotidiano de nuestra vida no se interrumpa. Y muchos más que han sentido el paso y el peso del tiempo.
Al comenzar un nuevo curso pastoral quiero hacerte llegar, a ti especialmente, cualquiera que sea la situación en que te encuentres, una palabra de aliento y de bendición: “El Señor te bendiga y te proteja”. La bendición de Dios es su “decir bien”, y este “bien decir” es eficaz, porque realiza lo que expresa. Que la bendición de Dios abra para ti una nueva posibilidad de vida, redescubierta y esperanzada.
Que el Señor “ilumine su rostro sobre ti”. Que Él sea tu nuevo amanecer. Que sientas a Dios cercano. Que Él te “conceda su favor”. Que te sientas favorecido, agraciado, “lleno de gracia”. Que, realmente, el Señor “te muestre su rostro”. Un rostro misericordioso y providente.
Que en todas tus actividades, o en tus pasividades, sufrimientos y tribulaciones, Dios “te conceda la paz”. Que puedas decir: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” (Sal 27[26],1). Que la paz que procede de Dios te inunde de serenidad y de confianza.
Rezamos con el salmo: “Oigo en mi corazón: "Buscad mi rostro". Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro” (Sal 27[26],8-9). Delante de nosotros aparece la posibilidad de una búsqueda apasionada del rostro de Dios. “Venid: caminemos a la luz del Señor” (Is 2,5).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca