"Alegraos siempre en el Señor" -Flp. 4,4- (23-10-2011)

“ALEGRAOS SIEMPRE EN EL SEÑOR” (Flp 4,4)

      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
     
      San Pablo exhorta a la comunidad cristiana de Filipos, y nos exhorta también a nosotros: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Flp 4,4-7).
      Escribió Pablo VI en la Exhortación apostólica “Gaudete in Domino”: “La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tienen otro origen. Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos” (GiD, 8).
      Seguía diciendo: “en muchas regiones, y a veces bien cerca de nosotros, el cúmulo de sufrimientos físicos y morales se hace oprimente: ¡tantos hambrientos, tantas víctimas de combates estériles, tantos desplazados! Estas miserias no son quizá más graves que las del pasado, pero toman una dimensión planetaria; (…) ellas abruman las conciencias, sin que con frecuencia pueda verse una solución humana adecuada” (GiD, 8).
      Y añadía: “Sin embargo, esta situación no debería impedirnos hablar de la alegría, esperar la alegría. Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto” (GiD, 9).
      La invitación a estar siempre alegres en el Señor mantiene una perenne actualidad, especialmente cuando nos sentimos asediados por multitud de problemas e inconvenientes, contrariedades y contradicciones, personales y comunitarias, dificultades y desilusiones. La alegría cristiana tiene una clara motivación: “El Señor está cerca”. Él no nos abandona ni se despreocupa de nosotros. No nos olvida ni nos vuelve la espalda.  Él nos ha dicho: “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20), y también: “Mira, hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Por eso, podemos afirmar: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13). 
      Decía Benedicto XVI en la Vigilia Pascual de 2009: “En el Bautismo, el Señor no sólo nos convierte en personas de luz, sino también en fuentes de las que brota agua viva. Todos nosotros conocemos personas de este tipo, que nos dejan en cierto modo sosegados y renovados; personas que son como el agua fresca de un manantial. No hemos de pensar sólo en los grandes personajes, como Agustín, Francisco de Asís, Teresa de Ávila, Madre Teresa de Calcuta, y así sucesivamente; personas por las que han entrado en la historia realmente ríos de agua viva. Gracias a Dios, las encontramos continuamente también en nuestra vida cotidiana: personas que son una fuente. (…) Pidamos al Señor, que nos ha dado la gracia del Bautismo, que seamos siempre fuentes de agua pura, fresca, saltarina del manantial de su verdad y de su amor”.
      De este modo, la paz de Dios custodiará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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