"La salud, derecho de todos": ¡actúa! (5-2-2012)
“LA SALUD, DERECHO DE TODOS: ¡ACTÚA!”
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
El fin de “Manos Unidas” es, según el artículo 5 de sus Estatutos: “la lucha contra el hambre, la deficientenutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción,producidos entre otras por las siguientes causas: la injusticia, el desigual repartode los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos; de forma que el hombre sea "capaz de ser por sí mismo agenteresponsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrolloespiritual"(Populorum Progressio, 34)”.
Este año, Manos Unidas propone el lema: “La salud, derecho de todos: ¡Actúa!”. El objetivo es combatir el SIDA, la malaria, la tuberculosis y las demás enfermedades asesinas de los más pobres(enfermedad de Chagas,dengue, enfermedad del sueño, filariosis linfática, Kala azar o fiebre negra, etc). África, Asia y América Latina sufren como consecuencia de graves deficiencias en el ámbito de la salud. La campaña pretende detener el crecimiento de estas enfermedades y evitar el mayor número posible de víctimas.
La organización y la gestión de recursos de Manos Unidas se configuran según unos “valores finales” (la dignidad de la persona, el destino universal de los bienes, el bien común, la solidaridad, la subsidiariedad) y unos “valores instrumentales” (el voluntariado como cultura del servicio y la gratuidad, la austeridad, la cultura de la paz, la cooperación y la coordinación, la independencia, la calidad y la profesionalidad y la transparencia).
El lema de este año nos invita a tomar conciencia de la gravedad del problema, a hacer nuestra la actitud del buen Samaritano: un corazón que ve y actúa en consecuencia. “El programa del cristiano -el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús- es un "corazón que ve". Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia” Benedicto XVI, Deus caritas est, 31). Nuestra pasividad sería cómplice. La salud es un derecho de todos y hemos de actuar.
La enfermedad, como amenaza al don de la vida, acecha a millones de personas pobres. Una multitud de seres humanos, débiles e indefensos, reclaman nuestra atención y necesitan nuestra ayuda. De ellos recibimos una acuciante llamada a respetar, defender, servir y amar la vida humana quebrantada por la enfermedad.
La enfermedad es una experiencia dolorosa, a veces durísima, y da origen a diversos tipos de sufrimiento. Duele el dolor físico, pero también el sufrimiento espiritual, es decir, verse limitado y frágil, no valerse por sí mismo y tener que depender de los demás, hacer sufrir a los familiares, sentir la propia vida amenazada, sufrir sin saber por qué, para qué y hasta cuándo. El ser humano, cuando enferma, sufre y con él su familia y los que le atienden.
Como Jesús, los cristianos hemos de acercarnos al enfermo con respeto y amor. Hemos de acompañar al que sufre y crear en torno a él un clima receptivo y sereno que le ayude a sentirse acogido, a vivir en esperanza y con una actitud de confianza. Hemos de mostrar al enfermo, con nuestros gestos y palabras, a Jesús, amigo de la vida y de la salud. Jesús ha venido “para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.