Comentario evangélico. Domingo 4 C Cuaresma.

Domingo 10 marzo 2013, IV de Cuaresma, ciclo C. Lucas 15,1-3.11-32.


El perdón: la enseñanza más hermosa.


       En este cuarto domingo de Cuaresma la liturgia nos propone para nuestra contemplación un evangelio hermoso, el texto conocido comúnmente como la “parábola del hijo pródigo”.  Sin embargo basta leerlo serenamente y contar la veces que aparece la palabra “Padre”, para darnos cuenta de que realmente el protagonista es el Padre de estos dos hijos. Lucas destaca mucho el aspecto de la misericordia divina. Aquí lo hace con un texto magistral cuyo contenido ha pasado a formar parte del acervo cultural y religioso del occidente cristiano. Lo mejor sería que, para rezar con este texto, pudiéramos hacerlo ante una imagen del cuadro que Rembrandt pintó representando esta escena. En internet es sencillo encontrarlo.
       El camino del hijo menor es el camino de cualquiera de nosotros.  Sí, es verdad que lo que hizo estuvo muy mal, que le hizo un gran feo a su padre cuando le pidió su parte de la herencia (le rompería el corazón a su padre pues la herencia no se repartía hasta la muerte del padre), que el derroche de la fortuna y su comportamiento tampoco fueron nada ejemplares.  Pero,.. ¿quién de nosotros no se ha declarado alguna vez en rebeldía? ¿quién no se ha equivocado?¿quién no ha errado?  Quizás la mayoría de todos nosotros.  Por eso lo importante no será tanto lo que hizo el hijo menor cuanto su arrepentimiento. La fuerza de las expresiones que utiliza el texto (“ya no merezco llamarme hijo tuyo”) nos debe hacer pensar que este hijo recapacitó y sintió en el alma lo que había hecho a su padre. Y tuvo el gran valor de regresar para pedir perdón.  No fue un regreso solo para solucionar su carestía, fue un camino de vuelta a casa, muy posiblemente con lágrimas en los ojos.  Así se siente el hombre cuando percibe su pecado y cuando confía en que Dios le va a perdonar. ¡Cuántas veces los sacerdotes hemos experimentado la gracia de ver la alegría de una persona cuando Dios le perdona sus pecados!
        El hijo pequeño nos da el mejor ejemplo del arrepentimiento sincero. Con la determinación de reparar la falta que había hecho.  Ahora bien, el centro, el núcleo de la parábola está en la descripción del comportamiento del Padre: lo vio, se le conmovieron las entrañas, se echó a correr, se le arrojó al cuello y le lleno de besos.  No le dejó ni formular palabra, le puso un vestido nuevo, un anillo y sandalias nuevas y le organizó el mejor banquete.  Cada uno de estos verbos muestran el cariño inmenso de Dios hacia sus hijos.  Que Dios perdona sin resquicio alguno, sin rencor.  Que Dios lo que quiere, lo que necesita, es que volvamos a casa.
        Sí, queda alguien, el hermano mayor. El que no quiso perdonar. No sabemos si al final entró a la fiesta que había organizado su padre o el odio le paralizo el corazón.   Los que nos hemos sentido abrazados y perdonados por Dios, hemos sido capaces de hacerlo después con alguna persona que nos había ofendido mucho.     No cabe duda a quien hay que imitar.

Rubén Ruiz Silleras.

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