Comentario evangélico. Domingo 14 C Ordinario.

 

Domingo XIV  del tiempo ordinario, 7 de julio de 2013. Ciclo C, Lucas 10,1-12.17-20


El verdadero protagonista de la misión.


          Nos dejó escrito, como un precioso legado, el recordado y querido Papa Pablo VI que “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (Evangelii Nuntiandi 1975). El evangelio de ese domingo nos habla, precisamente, de la tarea evangelizadora. 
         Fijémonos en los detalles del texto. Como primero y más importante el verbo principal de todo el evangelio: “designó”.  El sujeto es Jesús.  Es, por tanto, Cristo mismo el verdadero protagonista de la misión. No solo porque el mandato de anunciar el evangelio a toda criatura tenga su origen en un deseo del Señor, sino porque Él mismo es el contenido de lo que hay que anunciar.  El discípulo anunciando el evangelio anuncia la persona misma de Jesucristo. 
          Segundo elemento. Este envío de los discípulos a la misión no se reduce al grupo apostólico. Lucas nos dice que fueron “otros setenta y dos” los que Jesús mandó por delante. Nadie sobra en la misión evangelizadora de la Iglesia y todos, cada uno desde la vocación propia que hemos recibido, debemos y podemos colaborar en esta tarea.  ¿Por qué? Pues porque la voluntad de Dios Padre es llegar a todos los hombres.  Que no haya ni un solo hombre o mujer en la tierra que desconozca que Dios le ama apasionadamente.  Por eso, dirá Jesús, que la “mies es abundante”.  Para llevar la palabra de salvación de Dios a todos los hombres hacen falta muchas manos.  La urgencia de esta misión la pone de relieve el imperativo de Jesús: “¡Poneos en camino!”
         Jesús, a continuación resalta las dificultades de la misión (“os mando como corderos en medio de lobos”), y la precariedad que, muchas veces, debe vivir el evangelizador (“no llevéis talega, ni alforja, ni sandalia”). Aunque esta última recomendación de Jesús tiene como finalidad recordar que lo verdaderamente importante es Él.  Que el misionero podrá tener pocas cosas materiales, pero si está apoyado y cimentado fuertemente en Cristo nada le faltará.   ¿Qué tiene que hacer el misionero? Lo mismo que Jesús.  El gesto y la palabra. Curar a los enfermos (cualquier obra de caridad hacia el necesitado) y anunciar la cercanía del Reino de Dios (la invitación a la conversión para recibir con corazón más amplio a Dios).
         Otro detalle precioso de este evangelio.  No todos recibirán cordialmente la proclamación misionera. Pues incluso a los que la rechacen también hay que anunciarles que, para ellos “está cerca el reino de Dios”.  El final del evangelio nos relata cómo los discípulos han vuelto de la misión muy contentos y se lo han contado así a Jesús.  El Señor les recuerda que la mayor satisfacción de un evangelizador no ha de ser vanagloriarse de las cosas conseguidas en esta tierra sino la de mantener viva la esperanza de que, un día, verá a Dios cara a cara y contemplará su gloria.  Somos, es verdad, ciudadanos del cielo. Hacia allí nos encaminamos.


Rubén Ruiz Silleras.

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