Comentario evangélico. Domingo 29 C ordinario.

 

Domingo XXIX del Tiempo ordinario, 20 de octubre de 2013, ciclo C. Lucas 18,1-8.

 No dar cabida al desaliento


       Los cristianos sabemos bien qué importante es la oración para mantener viva nuestra fe. Puede suceder que, algunas veces, cuidamos mucho la oración en nuestra vida y otras veces la descuidamos o, peor, la abandonamos casi totalmente.  Para esto último podemos encontrar, sin duda, múltiples justificaciones. Por eso la palabra de Jesús de este domingo es tan certera y tan clara.  Habla, a través de una parábola, de la oración.  Pero lo importante, muy importante, son las dos palabras que acompañan, en el primer versículo, a la palabra orar: hay que hacerlo siempre y sin desanimarse. 
        La actitud de la viuda es el mejor ejemplo de aquello que Jesús nos pide. Al acabar de leer la parábola podría pasar que lo que nos pareciera más importante es la nefasta actitud del juez que solo busca su propio bien. Sin embargo es mejor que nos fijemos en esta pobre mujer.  Sabemos bien que las viudas representaban en Israel a uno de los colectivos más necesitados. Solas en el mundo, sin varón que las defendiera estaban expuestas al atropello y abuso de cualquiera. La ley judía mandaba protegerlas especialmente, pero este juez no tenía respeto ni por la Ley, ni por Dios, ni por nada.  Esta actitud tan hostil y tan altiva no desanimó a la viuda. Como mujer fuerte, un día y otro siguió reclamando a este juez que le hiciera justicia. 
         Este juez es lo totalmente contrario a Dios.  Dios siempre escucha las plegarias de sus hijos, no se inhibe ante nuestros problemas y no nos va a dar largas.  La última pregunta de Jesús en el evangelio nos debe hacer reflexionar: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”  ¿Qué significa realmente esta pregunta?  Parece ser que las comunidades cristianas de finales del siglo I, en concreto a la que escribe Lucas, ya tenían experiencia de un mundo hostil que rechazaba la fe cristiana.  Y algunos pensaban que, en medio de la dificultad, Dios no escuchaba sus súplicas. ¿Para qué entonces rezar? Las dificultades enfriaron el corazón de aquellos cristianos. El desánimo prendió en sus vidas. Así, la fe cristiana podría dejar de ser relevante.  Por eso, el Señor se pregunta si cuando Él regrese hallará fe en la tierra. ¿Resistirá el cristiano a las dificultades o se dejará vencer por ellas?
         Hoy nos tenemos que preguntar, necesariamente, cómo es nuestra vida de oración. Si es relevante para nosotros o no, si la aparcamos o no por cualquier motivo. Hay unas palabras de la Beata Teresa de Calcuta que nos pueden ayudar a comprender mejor este evangelio: “Ama orar. Siente a menudo la necesidad de orar a lo largo del día. Deseamos mucho orar, pero después fracasamos. Entonces nos desanimamos y renunciamos. Si quieres orar mejor, debes orar más. Dios acepta el fracaso, pero no quiere el desánimo. Acordémonos de que el que quiere poder amar debe poder orar”.  Difícil describirlo más bellamente.  Orar siempre sin desanimarnos, sin dar cabida al desaliento.


Rubén  Ruiz Silleras.

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