Comentario evangélico. Domingo 6 Pascua, ciclo A.
Domingo VI de Pascua, ciclo A. 25 de mayo de 2014. Juan 17,1-11a.
¿Cómo es tu oración?
El evangelio de hoy es un fragmento del capítulo 17 de san Juan, todo este capítulo es denominado por los estudiosos bíblicos como la “oración sacerdotal de Jesús”. Esta oración es pronunciada después de la última cena y antes de llegar al huerto de los Olivos. Son horas decisivas en la vida de Jesús. La traición está a punto de consumarse pero para Jesús no es tiempo de huir, es tiempo de orar. Hasta en los momentos más difíciles de su vida el Señor nos da ejemplo. Quien ha puesto su confianza totalmente en Dios no tiene que temer ni ante la situación más complicada. Sabemos que la desesperación ante las dificultades ayuda más bien poco.
Y no solo ora Jesús, sino lo importante es percibir cómo ora. Jesús realiza una verdadera oración de intercesión, es decir, no pide para Él, pide por todos los que el Padre le confió, es decir, por todos los hombres. Por eso los estudiosos caracterizaron esta oración de Jesús como “sacerdotal”, pues el sacerdote es quien ora y quien da la vida por el pueblo que le ha sido encomendado. Justo lo que hizo Jesús: aquí ruega a Dios por los hombres y momentos después ofrecerá su vida en la cruz por la salvación de toda la humanidad.
En la oración vemos cómo Jesús abre su corazón a su Padre y cuenta cómo ha cumplido su misión: ha revelado a los hombres el nombre de Dios, ellos han guardado la palabra divina. Han escuchado las palabras de Dios que ha pronunciado Jesús y algo tan importantísimo, han creído que el mismo Jesús es el enviado de Dios y que procede de Él, afirmando así implícitamente la naturaleza también divina de Jesús. Él se sabe un enviado del Padre que ha cumplido lo que Dios le encomendó. Solo pide a Dios para Él una cosa: que le glorifique. Y esta glorificación Jesús la quiere para así poder conceder Él la vida eterna a los hombres. De alguna forma Jesús no pide nada para Él sino para que, a través suyo, otros se salven. Jesús así fue sacerdote en su ministerio terreno, sacerdote en su pasión y sacerdote en la gloria del Padre. Siempre buscando el bien de los hombres. Siempre queriendo acercarlos a Dios. Siempre queriendo interceder por ellos, hasta dar la vida.
¿Quién en el momento en que su vida está amenazada de muerte se acuerda y pide por los otros? “Te ruego por ellos” dirá Jesús. Y siguiendo su ejemplo grandes hombres y mujeres que existieron y existen han seguido sus huellas. Vivir no pensando solo en uno mismo sino también en los demás. Orar a Dios Padre por los demás antes que por uno mismo, para que tengan vida, aunque uno vea su propia vida debilitada. Esta es la oración de intercesión. Esta es la oración de Jesús.
Esta Palabra de Dios es un estímulo para que recemos, para que volvamos a la oración si la hemos descuidado. Para que nunca falte en nuestra oración la intercesión, la súplica a Dios a favor de nuestros hermanos.
Rubén Ruiz Silleras.