Comentario evangélico. Santísima Trinidad, ciclo A
Domingo de la Santísima Trinidad, ciclo A. 15 de junio de 2014. Juan 3,6-18.
El juicio de Dios
Es de noche. Y un judío fariseo, de nombre Nicodemo, ha acudido hasta Jesús para hablar con Él y para expresar su admiración ante los signos que Jesús hace. Nuestro breve evangelio de este domingo es parte de la respuesta que Jesús dirige a Nicodemo. El pasaje es todo él muy interesante y se encuentra en el capítulo 3 del evangelio de Juan. Sería estupendo que en casa lo pudiéramos leer completo. A alguno le podría sorprender que celebrando el domingo de la Santísima Trinidad en el evangelio no se nombre al Espíritu Santo. Esa duda se disipa rápidamente leyendo la respuesta completa que Jesús da a Nicodemo. Unos versículos antes de los nuestros Jesús le dice a Nicodemo: “el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3,5). Solamente una persona puede nacer de nuevo gracias a la acción del Espíritu Santo (Jn 3,8).
Así las cosas llegamos al texto de Juan 3,16-18 que es el texto que la liturgia nos ofrece para nuestra oración en este domingo. Nicodemo había preguntado –sorprendido- a Jesús cómo un hombre podía nacer de nuevo. ¿Siendo viejo puedo entrar de nuevo en el seno de mi madre? No, Nicodemo. Para nacer de nuevo hay que abrirse al Espíritu y acoger el inmenso amor de Dios con el que nos ha querido bendecir. ¿Cómo Dios nos ha transmitido ese amor tan grande, a través de los mandamientos? No, no, Dios nos ha entregado su amor de una forma mucho más grande y perfecta: nos ha entregado a su Hijo único.
“Tanto amó Dios al mundo…” Por amor, todo lo que Dios ha hecho es por amor. Estas palabras de Jesús recuerdan otras preciosas del Deuteronomio cuando Dios dijo a su pueblo: “No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Dios de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene…” (Dt 7,7). Por amor Dios eligió a su pueblo en la antigua alianza y por el mismo amor Dios hoy ha bendecido a toda la humanidad con el don de su Hijo Jesucristo.
Y esta entrega, este don de Jesús es para nuestra salvación, no para nuestra condenación. Sí, claro que habrá juicio y Dios nos juzgará… pero al juicio de Dios no podemos aplicar nuestros esquemas humanos. No, no podemos imaginar a Dios con una toga y sentado en un estrado, mirándonos y esperando respuestas. El juicio de Dios persigue, quiere y desea nuestra propia salvación. Para eso nos ha enviado a su Hijo, para que gracias a Él y a su Espíritu nos salvemos. Aceptar a Jesús es creer en Él. Sí, la elección divina y el regalo de Jesús son dones gratuitos de Dios. Ahora, luego viene la responsabilidad personal de aceptarlos o no.
Tantas veces repetida, pero conserva su frescura. La escribió san Juan de la cruz: “Al atardecer de la vida nos examinarán del amor”. Dios por amor nos entregó a su Hijo y un día nos preguntará sobre lo que hemos amado en esta vida. La enseñanza es clara: vivir amando.
Rubén Ruiz Silleras.