Comentario evangélico. Domingo 23 Ordinario, ciclo A
Domingo XXIII del Tiempo ordinario, ciclo A. 7 de septiembre de 2014. Mateo 18,15-20.
No ser indiferente ante el mal
El evangelio de este domingo nos puede ayudar en ese ejercicio tan necesario: salir de nosotros mismos, darnos cuenta que no solo lo “nuestro” es importante. Es verdad que en el propio camino de la fe cada uno tiene que estar atento a su propia conversión, a parecernos cada vez más a Jesús. Pero el evangelio de hoy nos va a decir que eso no es suficiente. Que también es importante el otro y que si él se equivoca o peca eso también nos afecta a nosotros. Porque no solo tenemos que intentar ser santos, sino que debemos ayudar a los demás a conseguir su propia santidad. Si alguien a quien quiero veo que se está equivocando o andando caminos que le van a alejar de su felicidad, eso a mí no me puede dejar indiferente.
Hoy Jesús en el evangelio nos habla precisamente de la corrección fraterna. Que consiste precisamente en esto: en llamar la atención al que se equivoca para que vuelva al buen camino. Alguno quizá piense que cómo va a llamar la atención a alguien si a lo mejor él no es un hombre perfecto. Ninguno lo somos. No nos está pidiendo el evangelio que seamos jueces de nuestros hermanos. Nada más lejos. Nos está pidiendo que siempre situándonos al mismo nivel (si tu hermano) por amor al Señor y por amor a esa persona demos un paso adelante y hablemos con él a solas. ¿Hablar con él o reprenderle?¿es lo mismo? El texto griego utiliza el verbo elegcho que presenta diversos matices en la traducción: sí, significa censurar, reprender, pero también convencer a alguien de su falta o error. Quizás este último significado nos ayude mejor a entender el significado de la corrección fraterna. Uno solo puede ejercer la corrección fraterna por amor, nunca por otra razón. En la comunidad de Mateo esto era importante. Tanto que si con la primera advertencia la persona no se corregía, existía la posibilidad de que otras personas de la comunidad se unieran al intento por encauzar la vida de esa persona. En el fondo la decisión de cambiar, de convertirse solo toca a la persona interesada. Quizá alguno tenga experiencia de cómo una palabra o un consejo pronunciado por una persona querida le ayudó a tomar una decisión acertada. Cuando uno ama realmente está dispuesto hasta a pronunciar palabras serias a la persona que ama con el único fin de ayudarla.
En la segunda parte del evangelio nos encontramos promesas muy importantes que Jesús realiza a sus discípulos: el poder de atar y desatar, la importancia de la oración y la promesa de su presencia para siempre. No hay comunidad cristiana si Cristo no está presente en medio de ella. Esa comunidad de hombres y mujeres que creen en Cristo vive de la oración, de la plegaria constante a Dios. No es necesario que sean muchos, basta que crean y que se reúnan en el nombre del Señor. El ejercicio de la corrección fraterna, como otras tantas cosas, solo tiene sentido desde aquí.
Rubén Ruiz Silleras.