Comentario evangélico. Domingo 2 Adviento, ciclo B.

         Sí. De la piel de camello a la túnica nueva del bautismo, transcurre un sendero quesolo puede ser recorrido por los que han sido unidos a la muerte y a la resurrección de Jesucristo por el bautismo de la iglesia. Estamos a las puertas del invierno y bien nos vendría una piel recia con la que paliar nuestros fríos, que incluso, a veces, se vuelven temblor. Pero esto solo tiene que ver con la forma de aclararnos para entender el ciclo del tiempo y de las estaciones. El tiempo ha sido renovado por el misterio de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado. Para vivir esta nueva dimensión, no se requiere un vestido exterior —un hábito—, sino una túnica blanca que se identifica con la nueva condición de hijos de Dios. Un cuerpo transfigurado y lleno del brillo del Espíritu del Padre y del Hijo. Un cuerpo que es mucho más que un amasijo de tejidos, huesos y tendones: ¡somos templo!, ¡estamos habitados!
      El bautizado es templo y también la historia, porque en ella ha penetrado Dios. Entonces, si ya somos habitación de Dios, ¿por qué hemos de allanar senderos? Porque
aunque la llama no se extingue, nuestras lámparas se ensucian. Porque aunque en una iglesia casi derruida, si está el sagrario, está el Señor; no deja esta de ser una ruina, necesitada de restauración para volver a ser elocuente hogar de la iglesia. Allanar los senderos es limpiar y pulir la vida personal y la vida social. Puede decirse que el Bautista ha impreso en el Adviento el carácter penitencial que tiene. Por supuesto que la iglesia nos lo presenta porque el mensaje de Juan no solo sigue siendo válido, sino que resulta necesario: la verdadera enmienda de la vida sigue siendo un reto. Pero cuidado, este mensaje no es la única voz de la polifonía adventual. La penitencia se armoniza con el deseo de una perfecta unión con Dios —el sí de María— y con las santas aspiraciones de que el Pastor tome en sus brazos los corderos y haga recostar a las madres —la voz de Isaías—.
      ¡Menuda melodía! Ningún compositor ha podido nunca conjugar tan distintos y especiales acentos melódicos.


José Antonio Calvo Gracia

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