Comentario evangélico. Domingo de Pascua, ciclo B.
Entonces entró
La verdad es que el título de este comentario pascual puede parecer anodino, pero, en el día de Resurrección, hemos de dejar a un lado las apariencias y contemplar la realidad: Cristo ha resucitado. Y para poder pronunciar este saludo pascual con convencimiento y para proclamar las decenas de aleluyas que la liturgia de hoy nos propone, hay que entrar con Pedro en el sepulcro y ver con Pedro lo que el amor de la Magdalena había visto ya, aunque sin entender: vendas en el suelo y el sudario enrollado.
¿Entrar? Sí, entrar en el sepulcro y ver la nueva realidad: el lugar donde depositaron el cuerpo muerto de Jesús ya no es un sepulcro, sino que es el aquí de la Resurrección. Como el bautismo que recibimos o que han recibido los neófitos: no es un mero morir, sino que es un pasar de la muerte a la vida, del pecado a la resurrección. Con todo, el lugar de la Resurrección es la Iglesia. No quiero decir que la Resurrección sea la metáfora de la permanencia del recuerdo de Jesús en una comunidad tan consistente que ha pervivido a lo largo de los siglos, repletos de persecuciones y, también, de pecados. No. Lo que quiero decir es que el único espacio y el único tiempo en los que se puede acoger y proclamar la Resurrección es la Iglesia. Más aún, el único camino para experimentar conscientemente la Resurrección en la propia vida es la Iglesia.
Entra en el sepulcro y te darás cuenta de que es el lugar donde Jesús, Hijo de Dios, Hijo del Hombre, Hijo de María, resucitó. Entra en la Iglesia (para algunos, que la juzgan desde fuera, es un sepulcro), con Pedro, y tendrás la patencia de la Resurrección. Resucitarás y verás a Cristo presente en los sacramentos. Por supuesto, en la sagrada eucaristía. Y verás a Cristo presente en los cristianos: aquellos que alzaron las palmas en sus manos; aquellos que miraron al que se alzaba en la Cruz; aquellos que se alimentan y viven de él. En donde hay un cristiano está Cristo resucitado: en la política, en la cultura, en las ciencias y en el arte, en los medios de comunicación, en la familia, en la enseñanza, en el campo y la fábrica, en el despacho, en el sufrimiento.
Nuestro mundo, nuestra compleja realidad social, necesitan de la resurrección de los hijos de Dios que glorifiquen al Señor con sus obras. Es necesario que, con la profundidad y la novedad del Espíritu Santo, cantemos aleluya para que el brillo, la alegría y el gozo de este día sea la lámpara que alumbre año tras año los senderos del mundo de la vida. Hoy con la luz nueva de la pascua podemos ser lámpara en el candelero. Es el momento de entrar en el sepulcro y, renovados, salir del lugar de la Resurrección a evangelizar.
Felicidades. Felicidades a María, la Virgen. Felicidades a la Iglesia, nuestra madre. Felicidades a los pobres del mundo, nosotros. ¿Aleluya? ¡¡¡Aleluya!!!
José Antonio Calvo Gracia