Comentario evangélico. Domingo 11 Ordianrio, ciclo C.
El pecado y el amor
¿Cual es el punto culminante de la obra salvadora de Jesús? El perdón de los pecados y
esto queda patente en la escena del evangelio. Un día solemne, pues solo se comía recostado en comidas especiales, como la de los sábados. La casa de un fariseo, Simón, insistente en invitar a Jesús a comer en su casa. Una mujer, una pecadora que se mete en la casa donde se celebra la comida y que adora los pies de Jesús, regándolos con
lágrimas y ungiéndolos con perfume. Una mujer con “sus muchos pecados”, al margen de la ley mosaica. Y dos juicios: el de Simón, despreciativo; el de Jesús, misericordioso.
¿Por qué riega esta mujer con sus lágrimas los pies de Jesús? Es la reacción de quien se encuentra personalmente con el Señor y, viendo su majestad y su bondad, descubre que es indigno y que, contra toda lógica, es acogido con toda misericordia. Misericordia
que ilumina el mal y que, en el amor, lo neutraliza, reconociendo la dignidad de quien está llamado a vivir como hijo de Dios. Las lágrimas, el perfume en su frasco o cualquier otro detalle sincero de amor a Jesucristo tocan su corazón de verdadero hombre que es verdadero Dios y que, por tanto, apoyado en su infinitud, eternidad y omnipotencia, es el centro de unos sentimientos que son llamada de seguimiento para los cristianos. “Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús, que…” (Flp. 2, 5-11).
El encuentro con la pecadora y la sanción a los pensamientos de Simón, dan pie para que el Señor Jesús pronuncie una de sus sentencias más hermosas: “Sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco”. Al que poco se le perdona es porque pide poco perdón, porque
todos -y esta generalización no es injusta- pecamos y ninguno merece por si mismo la salvación. ¿Qué quiero decir? Que el sacramento de la penitencia es un auténtico chollo. En él, se nos perdona mucho. Y la fe. Los presentes cuchichean:
“¿Quién es este, que hasta perdona pecados?”. Es Dios, no hay vuelta de hoja, es Dios porque solo Dios puede amar así y perdonar así. Vayamos en paz y que María, puerta de la Misericordia, nos guíe.
José Antonio Calvo