Comentario evangélico, Domingo 31 Ordinario, ciclo C.
Hoy, ahora, tu salvación
“Te compadeces de todos, porque todo lo puedes”. Qué hermosa frase del libro de la Sabiduría. No me cansaría de repetirla. Y seguiría: “Pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan”. Y si sumamos la recomendación del apóstol san Pablo a los preocupados tesalonicenses de no alarmarnos “por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima”, todavía tengo más ganas de bendecir y alabar al Señor por siempre. Se me van todos los miedos.
No temer, como no temió Zaqueo, el “jefe de publicanos y rico” que no dudó en encaramarse a un árbol para ver a Jesús. Pero ¿quién buscó a quién? Parece que el que quiere ver al Señor es Zaqueo. Sin embargo el que tenía un plan era Jesús. Un plan para Zaqueo: “Date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. El plan de Jesús para mí no está tan lejos. Él quiere estar conmigo. Él quiere quedarse conmigo. Y contigo. Y con todos. Además “es necesario”.
Es necesario porque solo en ese convivir del Señor con todos y cada uno de nosotros acontece la salvación. Por eso lo sacramentos son encuentros personales, celebrados formando Iglesia. Es necesario, porque solo Cristo puede decirte mirándote a los ojos que “hoy ha sido la salvación de esta casa”. Es necesario, porque el Señor Jesús quiere no solo decirte, sino mostrarte que “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. Él sabe que estás perdido y ha venido a salvarte. ¿Perdido? Sí, con el corazón entre marañas, como un risco cubierto de maleza y, por tanto, impracticable; como un conjunto de hebras bastas y enredadas; enredado; engañado; sin salida… Esto es lo que tiene el pecado, que es un embuste del que no podemos salir si no es por aquel que es “indulgente” y “amigo de la vida”, por aquel que perdonando, invita y posibilita el cambio de vida o, mejor, la vida nueva.
¿Por qué se encarnó el Verbo de Dios? Para encontrarse con Zaqueo y salvarlo. Para encontrarse contigo y salvarte. En este encuentro personal de salvación que se hace en la Iglesia y nos hace Iglesia, tiene especial importancia la oración de intercesión. Como la de san Pablo, que ora continuamente por los bautizados “para que nuestro Dios os haga dignos de la vocación” y para que perseveremos en las obras buenas y en la fe. A María, puerta de la Misericordia, le pedimos ayuda: que sea ella la primera en orar por nosotros, porque si no… ¡Qué haríamos sin nuestra madre María!
José Antonio Calvo