Comentario evangélico. Pentecostés, ciclo B.
El regalo del Espíritu Santo
Nuestros miedos, nuestras seguridades
El miedo paraliza, detiene, inmoviliza. El valor, la seguridad, la confianza, te hacen libre y te empujan hacia delante. No se puede anunciar el Evangelio con miedo. Hoy vamos a asistir en este texto al don del Espíritu de Dios que Jesús entrega a los suyos. La sola presencia física de Jesús entre los suyos es portadora de alegría y de paz (“Paz a vosotros”), pero el tiempo de la seguridad se acaba Jesús Resucitado, el Señor, tiene que volver al Padre y ahora se inicia el tiempo de sus discípulos, tiempo de la Iglesia. Tiempo del testimonio, tiempo de confianza plena en Dios, tiempo de dejarnos conducir por el Espíritu.
Tres claves
El evangelio de hoy nos da algunas claves para ayudarnos a comprender con el corazón, no con la razón, el misterio del Espíritu Santo:
• Es un don, un regalo que Dios nos hace en Jesús, y como tal debe ser recibido por los creyentes. Para el evangelista Juan, el Espíritu Santo es el poder vivificador de Jesús, aquél aliento divino que fortalece al hombre y que le devuelve su dignidad. Para todo aquel que se abre a recibir este don del cielo, el Espíritu Santo es la fuerza de Jesús que disipa los temores, los miedos, las dudas, las incertidumbres…. Nuestro texto bíblico refleja muy bien esta situación. Antes de que Jesús resucitado aparezca entre los suyos, éstos están atemorizados, encerrados en las casas. La fuerza de Jesús, con el don de su Espíritu hará cambiar a estos hombres y convertirá su miedo en profunda alegría.
• Jesús por dos veces desea la paz a los suyos. De alguna forma, Jesús pide a los suyos que también ellos deseen la paz. Que sean testigos de esta paz del Resucitado que es, sin duda, uno de los frutos del Espíritu Santo. La facultad que Jesús da a sus discípulos para perdonar los pecados también la podemos entender como un empeño más en aras de la verdadera paz. El pecado rompe nuestra comunión con Dios, nuestra paz. Recibir y conceder el perdón restituyen la paz al corazón del hombre.
• Por último un elemento a destacar muy importante es el envío a la misión por parte de Jesús. Y para ello los discípulos reciben la fuerza del Espíritu Santo, que va a animar, acompañar y fortalecer todos sus desvelos por la causa del Evangelio.
Disipados nuestros miedos por la acción del Espíritu Santo también nosotros somos llamados por Jesús a la misión. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Hay tanto por hacer. Todos podemos colaborar con la misión de la Iglesia, ¡todos somos necesarios!
Rubén Ruiz Silleras