Comentario evangélico. Domingo 26º Ordinario, ciclo B.
No ser motivo de tropiezo
Trabajar con todos por el bien de todos
Nos encontramos en este evangelio con dos escenas que nos ofrecen dos ideas principales. En la primera escena uno de los discípulos acude a Jesús quejándose de que alguien que no es del grupo de los doce está actuando en nombre del Mesías. La respuesta de Jesús es rápida y cargada de sentido: “No se lo impidáis”. De la respuesta de Jesús podemos encontrar aliento para trabajar al lado de tanta gente buena que, aunque no “sea de los nuestros”, está trabajando por hacer el bien y construir una humanidad más justa y más fraterna.
No escandalizar a nadie
La segunda lección de Jesús va encaminada a evitar el escándalo. En concreto, el texto habla de evitar el escándalo de los más pequeños de entre los creyentes. Esos “pequeñuelos” serían los niños, figura simbólica de los cristianos con una fe más débil o más incipiente. Estas palabras de Jesús nos pueden ayudar a reflexionar sobre nuestra propia fe, que no deberíamos entender como una relación exclusiva entre Dios y cada uno de nosotros y olvidar que la fe también tiene una dimensión comunitaria. Dicho de otra manera más sencilla: el ejemplo de nuestra fe puede “espantar” a otros cristianos o a nuestros vecinos que no creen. ¿Cómo es esto posible? Basta imaginar –por poner solo un ejemplo- qué pensaría una persona ajena a la parroquia cuando supiera que los cristianos que forman parte de un grupo parroquial discuten por ver quién lleva la voz cantante. Pues sí, Jesús con un lenguaje fuerte (y metafórico, ¡que nadie lo interprete literalmente!) nos quiere poner en guardia. Escandalizar a alguien significa ser causa de tropiezo, inducir al mal o apartar del bien a otro. En este contexto religioso, escandalizar a otro creyente podría equivaler a apartarlo o alejarlo de Dios. Y esto es algo realmente grave.
Lo que tenemos que extirpar de nuestro cuerpo
Por eso, lo que realmente debemos cortar o extirpar de nuestro cuerpo son las cosas que nos hacen mal a nosotros mismos y que pueden escandalizar a los demás: nuestros egoísmos, el pensar que los demás lo hacen todo mal porque “no son de los nuestros”, nuestras soberbias… en fin, la lista podría ser larga. Lo importante es que, a partir de esta palabra de Jesús, cada uno hagamos examen de conciencia y busquemos eliminar en nuestras vidas todo aquello que nos separa de Jesús. A lo mejor es un ejercicio costoso morir a nuestras propias “cosas”, pero seguro que nos hará más libres y auténticos, más como Dios nos quiere.
Rubén Ruiz Silleras