Comentario al evangelio. Bautismo del Señor, ciclo C.
Espera y esperanza
El verbo “prosdokao”
Este es el primer verbo griego con el que empieza el evangelio del Bautismo del Señor. Rápidamente apunto su traducción: “aguardar, esperar, hallarse a la espera”. Un campo semántico rico de sentido y muy alentador en estos tiempos en los que, parece, hay tan poco lugar para la esperanza. ¿Quién esperaba? Era el pueblo de Israel el que aguardaba, el que esperaba –con esperanza-, la llegada del Mesías, el Cristo. Eran tan intensas las ganas que tenían de que llegara el Mesías que pensaron que esa persona era el profeta Juan.
Juan, que sabe cuál es su sitio
Juan, de nuevo, nos da una lección de humildad. Ya sabemos que la tarea de desatar la correa de las sandalias era una tarea propia de los esclavos. Juan se considera tan poca cosa que ni siquiera se considera digno de realizar esta tarea ante el “que es más fuerte” que él. No solamente habrá diferencia cualitativa entre la misión de ambos personajes (Juan y Jesús), sino que también el bautismo que administraba cada uno de ellos tendrá un sentido diverso. El bautismo de Juan, que congregaba a gran número de gente, era un rito purificatorio de los pecados, el bautismo de Jesús será un bautismo en Espíritu Santo y fuego.
Dios Padre y Jesús
El especial protagonismo de Dios Padre está confirmado por las palabras que le escuchamos pronunciar sobre Jesús, que son muy elocuentes: el amado, el predilecto. Dios ha enviado al mundo lo más preciado de su corazón, a su propio hijo. Hay otros dos detalles de este evangelio que conviene no pasar por alto. En primer lugar, encontramos a Jesús, en la escena de su bautismo, en oración. Cuando Jesús se pone en oración está en la presencia de su Padre y así nos está indicando que aquí, en una escena tan fundamental de su vida, él está estrechamente unido a su Padre. Y que solo desde Dios podemos entender realmente a Jesús. El segundo detalle es que Jesús fue bautizado “cuando todo el pueblo era bautizado”. Jesús no se aísla de la suerte de su pueblo, también ahora quiere estar a su lado, mezclándose con la gente más necesitada, con la gente que aguarda, que espera que en su vida se dé algún cambio. Esta gente, este pueblo, era el que esperaba profundamente a Jesús.
Y cada uno de nosotros
Podemos hoy renovar nuestro agradecimiento a Dios por el don del bautismo que nos abrió a la fe en Jesucristo. Podemos hoy decirle al Señor que sí, que le seguimos esperando, que le deseamos acoger en nuestro corazón para que nos cambie, para que nos haga más felices, para que podamos ser sembradores de esperanza.
Rubén Ruiz Silleras