Comentario al evangelio. Domingo 6º Ordinario, ciclo C.
Programa de vida
Las Bienaventuranzas
Hoy la Palabra de Dios nos ofrece el texto de las Bienaventuranzas que, en muchas ocasiones, ha sido definido como el programa de vida para el cristiano. Claro, es que se trata de vivir esta vida con un programa, con unos objetivos, con una meta, con un horizonte. Esta vida es un regalo de Dios y es mejor vivirla con plenitud y conscientemente y no simplemente dejando pasar días en el calendario. Por eso los que creemos en Jesús nos encontramos en estas palabras algunas pistas que pueden orientar correctamente nuestra vida. Vamos a verlo.
Aparente contradicción
Sí, claro, es la primera reacción que uno puede tener al escuchar este texto. ¿Cómo es posible que la felicidad que Jesús promete se encuentre en la pobreza, en la falta de alimento, en el llanto, en la persecución…? Para entender correctamente este texto hay que entender a Jesús, o mejor dicho, entender su forma de hablar y de expresarse en la que muchas veces recurría a las imágenes, parábolas o el doble sentido de las palabras. ¿De verdad vamos a pensar que Jesús quiere que alguien muera de hambre? No, desde luego. ¿No estará Jesús hablando de un ‘hambre’ distinta? A buen seguro sí, el hambre de Dios, el hambre de hacer el bien, de escuchar y cumplir su palabra. Cuando Jesús llama bienaventurados a los pobres, ¿está proclamando la miseria y el desamparo como forma de vida? No, seguro que no. ¿No estará queriendo decir que es más feliz el que se conforma con poco, el que es pobre de muchas cosas materiales o de todas, pero que ha sabido retener las cosas más importantes de la vida y junto a ellas ha sabido también retener a Dios? Nadie desea que le insulten o que le excluyan o le marginen, pero muchos estarían dispuestos a asumir ese precio si fuera por defender a su marido, a su mujer, a sus hijos, a sus seres más queridos. Y lo haría con alegría por defender a los suyos. Esa alegría que el cristiano puede experimentar cuando puede vivir esas situaciones por amor a Jesús. Y así podríamos analizar cada bienaventuranza.
El contrapunto
La última parte del evangelio es la otra cara de la moneda. La riqueza que corrompe el corazón, la saciedad que te hace ignorar a todos porque tienes todo y de todo, la risa que es burla o autosuficiencia, y la aparente buena reputación que puede ser una hipócrita construcción de una personalidad falsa… todos estos son otros caminos distintos a las bienaventuranzas. Caminos que Jesús nos pide que no sigamos porque al final no pueden hacer feliz al hombre. Dios propone. Cada uno elige cómo quiere vivir.
Rubén Ruiz Silleras