Comentario al evangelio. Domingo 8º Ordinario, ciclo C.
Eres lo que hay en tu corazón
Nuestro Maestro
La palabra de Jesús es profunda, es admirable porque llega directa al corazón, porque es una enseñanza que promueve un estilo de vida y una concepción de la persona anclada en el bien y no en el mal. La propuesta de Jesús está teñida de humanidad. Y de eso nos habla siempre el Evangelio, hoy muy claramente.
Los dos ciegos
¿Qué podemos aprender de esa imagen de un ciego guiando a otro? Que no puede ser, que alguien que no ve o que no sabe no puede hacer de guía. Muchos, la mayoría, no estamos ciegos, pero tampoco lo sabemos todo y tampoco lo vemos todo. Pues aunque tengamos la vista física (¡y menudo regalo!) se nos pueden escapar muchas cosas. Así que será necesario que aceptemos nuestras propias cegueras, nuestras propias insuficiencias o que aceptemos que no lo podemos saber todo, que no lo podemos remediar todo, que no existimos solos en este universo. Sí, sí se puede decir de una forma más sencilla y más breve: humildad. Actitud necesaria para ser discípulo de Jesús.Tan necesaria, como difícil de practicar y vivir. Primera enseñanza que podemos extraer de las palabras de Jesús. Vamos a por la segunda.
La mota y la viga
Aquí la enseñanza vuelve a ser fácil de entender. No podemos ver siempre lo malo en los demás. No debemos pensar que son siempre los otros los que se equivocan, los que no dan la talla, los que solo quieren protagonismo... Quizás el que solo ve los defectos en el prójimo es que nunca se para y mira su propia vida. Jesús nos pide que nos reconozcamos a nosotros mismos, que miremos nuestra vida antes que la de nadie. Que paremos el ritmo, que miremos al otro con ojos limpios, dándole siempre el beneficio de la bondad. No viene a engañarnos, ni a aprovecharse de nosotros. Quizás si alguien que llega hasta nosotros parece que tiene una “mota” en el ojo, eso se puede deber a mil causas. Quizás detrás de un comportamiento irregular, egoísta, negativo… hay una persona que está viviendo un drama y que con su comportamiento nos está gritando que necesita auxilio. Nunca lo sabremos bien, por eso, mejor amar y ser acogedores que juzgar. Nos podremos equivocar sí, pero habremos hecho lo que Jesús nos pide.
El árbol bueno
Al final es esta la enseñanza de Jesús a la que nos gustaría llegar. ¿A quién no le gustaría ser un árbol bueno que diera siempre y solo frutos buenos? A todos, claro. Estamos en camino, no conviene desanimarse. Al contrario, siempre en positivo. Tenemos vida para intentar poner en práctica las enseñanzas del Señor. Siempre hacia delante.
Rubén Ruiz Silleras