Comentario al evangelio. Domingo 2º Cuaresma, ciclo C
El Éxodo de Jesús
Antiguo y Nuevo Testamento
Es curioso que la conversación que mantienen Moisés y Elías con Jesús versa “sobre su éxodo”. El éxodo de Jesús, pero ¿el concepto del éxodo no es una realidad del Antiguo Testamento? Sí, desde luego y además lo que el éxodo representa es un eje clave en la teología bíblica pues inmediatamente nos remite al Dios liberador, al Dios Padre que ha visto la aflicción de su pueblo y ha decidido intervenir en su favor. Este mismo Dios, en la plenitud de los tiempos ha decidido enviar a su Hijo para liberar definitivamente a su pueblo ya no de la esclavitud del faraón, sino de la esclavitud del pecado y de cualquier otra. Así entendemos el Nuevo desde el Antiguo Testamento y recíprocamente. Ese camino de liberación de Jesús se completará en Jerusalén, la “ciudad de Dios” (Sal 48,9).
La Transfiguración
Esta conversación tan especial se produce en una escena de la vida de Jesús no menos especial: la Transfiguración. A veces incluso puede parecernos una escena difícil de entender, por eso proponemos sencillamente alguna clave por si pudiera ayudar a una mejor interiorización de esta Palabra. Nos fijamos en el lugar, “lo alto de la montaña”, y en la decisión de Jesús de “ir a orar”. El monte y la oración de Jesús en el evangelio de Lucas nos hablan del ser mismo de Jesús, él es un hombre orante. Este clima espiritual nos ayuda a comprender que esta escena es el relato de una experiencia de fe. Y por tanto no tiene sentido que nos preguntemos con la razón cómo sería el rostro de Jesús transfigurado o cómo pudo ser posible que Elías y Moisés conversarán con Jesús, o qué densidad de blancura y luminosidad adquirirían sus vestidos.
Escuchar a Jesús y poner en práctica su palabra
Siendo importantes dejemos a un lado a Moisés y Elías, fijémonos en Jesús. No se trata tampoco de permanecer encima del monte en una situación idílica como quería Pedro, habrá que bajar al valle, donde Jesús será rechazado y conducido a la muerte. La escena fundamental de este evangelio será la manifestación de Dios Padre bajo la nube (forma común de presentar a Dios en el Antiguo Testamento). Esto va a ser lo decisivo: Jesús es el Hijo de Dios, su escogido, el último y mayor de los profetas, por eso es necesario escucharle. Y ahora sí, ahora nos podemos preguntar cómo estamos respondiendo a esta petición de Dios ¿Cómo es nuestra escucha de Jesús? Porque sí, podemos escuchar o leer el evangelio pero podría suceder que su mensaje no calara en nuestro corazón. Nos habría pasado como a Pedro, no habríamos entendido bien el mensaje. Partimos de una premisa extraordinaria: hemos sido elegidos por Dios para ser testigos de su amor y de su misericordia. Ahora, tenemos que responder. Dios, seguro que espera que lo hagamos.
Rubén Ruiz Silleras