Comentario al evangelio. Domingo 20º Ordinario, ciclo C.
Por la fe nos reunimos los domingos para celebrar la eucaristía. Por la fe formamos el pueblo de Dios, la iglesia, esta asamblea de hijos e hijas de Dios. Por la fe vemos en el vecino a un hermano y por la fe vivimos nuestra vida como regalo de Dios. El autor de la carta a los Hebreos en el capítulo 11 que proclamábamos el domingo pasado definía la fe como "esfuerzo por conseguir lo que esperamos, convencimiento respecto de lo que no vemos". Y preguntábamos:¿se ha hecho un chequeo para ver si su fe está enferma? ¿Contiene muchos grados de magia y de haraganería? Hoy, en el capítulo 12, nos da unos consejos que todos deberíamos seguir:
1º. Nos recuerda que * yo no soy el primero en creer, * yo no estoy sólo en la fe, * yo no puedo vivir la fe en solitario, * "una nube de testigos nos envuelve". Sí, hermanos, en esta aventura de la fe nadie viaja solo. Por la fe, miles de creyentes derramaron su sangre. Por la fe, miles de creyentes lo dejaron todo y consagraron su vida al servicio del evangelio. La historia de la iglesia sólo se entiende y se explica por la fe de esa nube de testigos que nos han precedido. En esta aventura de la fe nadie viaja solo. Y la prueba la tenemos aquí y ahora. Aquí estamos rodeados de hermanos que creen y juntos hacemos este viaje. ¿Quiere tomar unas vitaminas de fe? Hable, dialogue, ore y reúnase con los testigos de la fe. Como dice la carta a los Hebreos "fijémonos en estos innumerables testigos".
2º. Nos manda: "dejar todo lo que nos estorba, liberarnos del pecado que nos ata para correr la carrera". Sí, hermanos, en esta carrera de la vida hay que correr sin el peso de la culpa, sin el peso del pecado, sin el peso de los vicios, sin el peso del yo contaminado del hombre viejo, dejar todo lo que estorba.
3º. "Fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe". Yo no sé cuanto peso muerto podrá botar, cuantos malos hábitos podrá romper, de cuantas pequeñas esclavitudes se podrá liberar, cuantas caídas en el pecado va a evitar esta semana, pero, yo le aseguro, que si fija la mirada en Jesús, todo será más fácil. La mirada de Jesús sana nuestra enfermedad, fortalece nuestro espíritu y nos pone en el camino de la fe. Jesús es el Señor de la división.
El Jesús al que tenemos que mirar no es un Jesús dulce, blando, que se acomoda a todos los tamaños y gustos, una talla sirve para todos. Al Jesús que tenemos que mirar es exigente, celoso y provocador. "Fuego vine a traer a la tierra y lo quiero ver arder". Fuego, el fuego del Espíritu, para quemar todo lo que nos estorba. El fuego para liberarnos de todo lo que nos ata a la basura de este mundo. El fuego del Espíritu para quemar nuestros pecados y para correr la carrera de la fe. "Fuego vine a traer" y quiero que el Espíritu arda y brille en el corazón de todo creyente.
No peques. El pecado es el extintor que apaga el fuego del Espíritu. "Un bautismo tengo que recibir". Baño de agua en el Jordán y baño de sangre en el Calvario. El Reino de Dios viene a nosotros a través del sufrimiento, del fuego y de la sangre. El que está cerca de Jesús está cerca del fuego, cerca del sufrimiento e invitado al martirio del maestro. Jesús es el Señor de la división para los que creen y los que no creen, para los que viven según el Espíritu y los que viven el espíritu del mundo, para los bautizados sólo con agua y para los bautizados con agua y sangre. Jesús dulce. Jesús espada que corta. Jesús fuego que purifica. Jesús bautismo de muerte. Jesús Señor de la división, ayúdanos a permanecer en ti, a fijar nuestra mirada siempre en ti.
P. Félix Jiménez Tutor, Sch. P.