Comentario al evangelio. Domingo 19º Ordinario, ciclo A
La Imagen de una barca sacudida por las olas y Jesús metiéndose en esa misma barca donde van sus apóstoles no deja de ser sugerente, evocadora, con muchas aplicaciones para nuestra vida concreta de cada época y de cada día.
1.– La montaña y el mar.
La montaña es el lugar de la divinidad. Jesús, después de un día ajetreado, se eleva al ámbito de lo divino que es su propio lugar. Jesús está en el monte, muy cerca de su Padre, como en su propia casa. Allí respira el aire puro del Espíritu; allí se identifica con el programa que le ha preparado su Padre. No olvidemos que esto sucede después de la multiplicación de los panes y, según el evangelio de Juan, “Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña Él solo” (Jn. 6,15). Jesús se retira porque hay peligro de un mesianismo triunfalista, como quería el pueblo. En la montaña, a solas con Dios, las cosas se ven de otra manera. Por otra parte está “el mar” que es lo más bajo, lo más profundo. Allí está Leviatán, príncipe del mal. Y ahí precisamente están los discípulos solos. Pero como el Mar no puede ir a la Montaña, La Montaña baja hasta el mar. En ese mar agitado por las olas, donde sus discípulos, ahí se embarca Jesús.
2.– Jesús y los discípulos.
Son muy significativas estas palabras del evangelio: “Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca”. Recordemos de nuevo el contexto: Tiene lugar después de la multiplicación de los panes. La gente está entusiasmada con Jesús. Y, en ese contexto, los discípulos están felices, saboreando las mieles de un mesianismo apoteósico. Jesús les apremia, les obliga a entrar en la barca y éstos entran a regañadientes, contra su deseo de hacerse importantes en un pueblo que quiere hacer rey a Jesús. Algo les tocará también a ellos. En sus cabezas ya está la idea de repartirse cargos honoríficos. Entre tanto la barca está siendo juguete de las aguas y ellos están solos. No es lo malo el que van a perder sus posibles cargos; es que está en riesgo la propia vida. !No entienden el comportamiento de Jesús!. Están en plena noche: y la noche temporal no es sino el signo de la noche que están viviendo en su corazón. Pero Jesús no se hace esperar. De madrugada, con la luz de la mañana, se les va a alejar la oscuridad de la noche. Jesús aparece de una manera majestuosa “caminando sobre el mar” dominando por completo la situación. Y les llena de calma y serenidad cuando les dice:” Animo, soy yo, no tengáis miedo”. Al ver a Jesús se postraron y le adoraron, como a Dios. Hermosa profesión de fe. La postura ante Dios es la de adorar. Lo expresa muy bien: Papaji: “Lo que sea que venga, déjalo venir; lo que quede, déjalo estar; lo que se va, déjalo ir. Quédate callado y adora al Ser”.
3.– Jesús y Pedro.
Pedro, como siempre, es el más lanzado. Y se echa al mar. Mientras no deja de mirar a Jesús va muy bien; cuando mira a las olas, se hunde. Mientras el Papa (y con él la Iglesia) camine sobre las olas de la debilidad, de la fragilidad, de la pobreza, de la vulnerabilidad, pero con las dos manos bien agarradas a la mano de Jesús, irá muy bien; pero si intenta ir a la orilla para pisar la tierra firme de la riqueza, los honores, la fama, los títulos etc. será la Iglesia de los hombres, pero ya no será la Iglesia de Jesús.
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