Comentario al evangelio. Pentecostés, ciclo B.
Nadie puede opinar mejor de lo que es el Espíritu Santo que el propio Jesús: “Os conviene que Yo me vaya. Si no me voy no puedo daros el E. Santo”. Para Jesús, el Espíritu Santo es mejor que la propia presencia física de Jesús. La sensación de los apóstoles es que, mientras Jesús vivía en la tierra, estaban con Cristo y después de la Resurrección estaban “en Cristo”.
A través de las tres lecturas del día podemos profundizar en la maravilla del Espíritu Santo. Es, ante todo, NOVEDAD.
El Evangelio: Nos habla del “hombre nuevo”.
La segunda lectura: Del “Nuevo Pueblo de Dios”
Y la primera: Del Nuevo rostro de Dios.
Evangelio:
“Exhaló su Espíritu y dijo; recibid al Espíritu Santo”. El soplo de Jesús sobre los apóstoles es un soplo creador. Lo mismo que Dios sopló sobre el primer hombre, ahora sopla de nuevo y crea “un hombre nuevo”. El hombre espiritual no es otra cosa que el hombre lleno del Espíritu de Dios. Después de la Resurrección, a los cristianos que creían en Jesús se les denominaba “raza nueva”, o todavía más bonito: “hombres inéditos”. Con la Resurrección de Jesús y el envío del Espíritu Santo se crea una “nueva edición de hombre”. Ya no será ese hombre desgarrado, esclavo de las pasiones, que quiere hacer el bien y no puede (Ro. 7,15). Ahora, con la fuerza del E. Santo, tendremos ese hombre coherente, en paz, que busca el bien. El Espíritu tiene una tarea: hacer de cada cristiano otro Cristo. Como en el caso de Pablo: “Ya no vivo yo. Es Cristo quien vive en mí”.
2ª lectura. Un Nuevo Pueblo de Dios.
El Antiguo Israel ha dado paso al Nuevo Pueblo de Dios. Y lo que caracteriza a este pueblo es la unidad en la diversidad. Un solo Cuerpo con muchos miembros diferentes. En ese Cuerpo cabe la cabeza y los pies; las manos y el corazón. Mientras uno acepta la función que se le ha asignado, todo irá bien. El problema está cuando el pie quiere ser cabeza o las manos corazón. El Papa Francisco habla de clericalismo, es decir, unos miembros que ocupan el espacio que no les corresponde. Según esto, la uniformidad es lo más contrario a la Iglesia. La unidad es lo más esencial.
Esta manera de concebir la Iglesia ya estaba perfilada en el A.T. Después del diluvio aparece el Arco Iris. Normalmente, el arco y la flecha en el Antiguo Testamento son armas de guerra, símbolo de la ira de Dios. Pero aquí, es signo de benevolencia y de Alianza.
Suspendiendo del cielo su arco, Dios le hace saber al hombre que «no disparará más flechas», o sea, que no volverá a destruir la tierra (v 11), Cuando Dios hace este compromiso con Noé aún no había razas ni pueblos. La Alianza que Dios establece es con toda la humanidad.
«El arco iris supone romper de raíz las divisiones que hacemos los hombres por color, raza o cultura. La pluralidad del arco iris donde todos los colores se complementan pero no se anulan; donde todos juntos y no por separado, establecen la maravilla del arco de colores. El arco iris se convierte en la sonrisa de Dios que sigue esperando en el hombre y en memorial de su infinita paciencia» (Pedro Fraile).
En este día de Pentecostés hay de todas las razas y todos entienden el mismo lenguaje. Todos nos entendemos cuando hablamos el mismo lenguaje del amor.
1ª lectura El Nuevo rostro de Dios.
Esta lectura nos habla de las manifestaciones de Dios. Vientos, ruido, tempestades. Hay que ir a I Reg. 19 en la manifestación de Dios a Elías. Le dice: “Voy a pasar”. Vino una fuerte tormenta, pero no estaba Dios en la tormenta; después un huracán, tampoco estaba en el huracán. Después un fuego destructor, pero tampoco estaba Dios en el fuego. Elías esperaba a Dios en las manifestaciones ya conocidas, ya viejas. Pero no esperaba a Dios en la novedad de una “suave brisa”.
El nuevo rostro de Dios no hay ya que buscarlo en esas expresiones de miedo, terror, o lejanía. Sí en la suave brisa. ¿Qué dice el Génesis? Dios bajaba a conversar amigablemente con nuestros primeros padres “a la brisa de la tarde”. Dios era cercano, amigo, era presencia gratificante. Y eso acabó con el pecado. Pero la historia sigue. Y el Dios manifestado en Jesús es el de Abbá. Un padre al que no hay que temer. Un padre al que hay que amar. Con quien hay que jugar y reir y danzar. Y todo como fruto del Espíritu Santo.
Iglesia en Aragón