Comentario al evangelio. Domingo 3º Pascua, ciclo C.

1.– VOY A PESCAR.  

      Los discípulos quieren volver a su oficio, a la vida de antes de conocer a Jesús. No tienen otro horizonte que la pesca. Aquellos bonitos años con Jesús, aquellas ilusiones, aquellas esperanzas, deben quedar sepultados en el olvido. Como buenos conocedores de su oficio, van de noche, el tiempo propicio para la pesca. No obstante, aquella noche no pescaron nada. Ante la pregunta irónica de Jesús: muchachos, ¿tenéis pescado? Ellos contestan con un no rotundo. Y palpan el fracaso, la desilusión. Al amanecer, justo cuando ya se ha agotado el tiempo oportuno para pescar, un desconocido les manda que echen de nuevo las redes. ¿Es una tomadura de pelo? Pero ellos, antes de volver a casa sin un pez, le hacen caso. ¡Y las redes revientan! Y caen en la cuenta de que es el Señor. Y llega el gozo desbordante, el entusiasmo, la alegría de la vida. Un Jesús maravilloso que les invita a almorzar el pescado que él mismo ha preparado. ¡El almuerzo más sabroso de su vida! Con Jesús, las cosas más sencillas y ordinarias de la vida se pueden convertir en fiesta.  Con Jesús, nuestra vida estéril, vacía, triste, se puede llenar de plenitud. Sólo hace falta una cosa: creer en Él. Notemos que antes de este encuentro, los discípulos “no conocían que era Jesús”.  Y después del encuentro, “nadie duda porque “sabían que era Jesús”. La fe consiste en un encuentro “vivencial” con Jesús.


2.– SIMÓN ¿ME AMAS?  

      Jesús sabe que Pedro le ha negado tres veces, pero no le pide cuentas de nada. Le ha prometido hacerle el “primer papa” y está dispuesto a cumplir su promesa. Pero antes Pedro debe hacer su profesión de fe en Jesús. Pedro, ¿me amas? Sí, Señor, sabes que te amo. Al preguntarle por tercera vez, Pedro se pone triste. Recuerda su triple negación. Por eso le exige que el vacío de una infidelidad al Señor la cubra con la abundancia de su amor.  Para ser el primer Papa no le exige Jesús que antes obtenga título de doctorado en Biblia por la Universidad de Jerusalén. Le exige que sea Doctor en la “Escuela del amor”.  Que cumpla y haga cumplir a los cristianos su testamento: «Amaos unos a otros como Yo os he amado”.  La Iglesia se equivoca siempre que se sale de la esfera del amor y se ensucia en los charcos del poder, del tener, del dominar. El gran escándalo de la Iglesia, como dijo el Papa San Juan XXIII, es que, a dos mil años de distancia, el mandamiento nuevo sobre el amor, lo tengamos los cristianos sin estrenar.


3.– SIGUEME. 

      Es la última palabra que aparece en el relato. Es la primera palabra que escuchó Pedro cuando Jesús le llamó. “Le miró y le dijo: Desde ahora te llamarás Cefas” (Jn. 1,42).  Aquella mirada de Jesús le marcó para siempre. Esa mirada se la recordó el Maestro después de su caída (Lc. 22,61). Pedro no pudo más. “Salió fuera y lloró amargamente” (63). Como dice San Juan de la Cruz: «el mirar de Dios es amar”. El Pedro pecador no pudo resistir el peso del amor. Jesús no le pasó factura por su pecado. Pero el amor al Maestro fue el incentivo de toda su vida hasta dar su sangre por Él. Lo que a Pedro lo hace grande, es el amor apasionado por el Maestro. Sólo desde el amor se puede ejercer el oficio de Pastor. Y esto es lo que hizo Pedro. Por eso exhortaba a los dirigentes de las Comunidades: «Gobernad no como dictadores de quienes están a vuestro cargo, sino como modelos del rebaño” (1Ped. 5,3).

Iglesia en Aragón   

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