Comentario al evangelio, Domingo 23º Ordinario, ciclo C

1.-Primera Lectura: (Sabiduría 9,13-18):

      ¿Quién puede conocer a Dios? La pregunta sobre Dios es muy antigua: Hierón, personaje famoso de Sicilia, preguntó al filósofo Simónides (s. VI a. de Cristo) por Dios. Le pidió un día…al día siguiente le pidió dos…a los dos le pidió cuatro…a los cuatro, ocho… ¡Te estás burlando de mí! No, cuanto más lo estudio más incapacitado me encuentro de hablar de Él. Sabia respuesta.  “Un Dios comprendido por el hombre no sería Dios. Está en otra esfera”. (San Agustín).  El camino para conocer a Dios no es el de la soberbia sino el de la humildad. El científico inglés Stephen Hawking afirmó que la ciencia no le deja espacio a Dios. En cambio, el sabio más famoso del s. XX, Einstein dijo: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”. La primera vez que los astronautas rusos llegaron al espacio, afirmaron: “Hemos dado la vuelta al mundo y no hemos encontrado a Dios por ninguna parte”. En cambio, los norteamericanos, hombres creyentes, llevaron una Biblia y la abrieron en la primera página: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra”. La cerraron y, emocionados, se pusieron a rezar.


2.-Segunda Lectura: (Filemón 9b-10.12-17).

     El que sigue a Jesús cambia de vida. Filemón era un cristiano rico y tenía un esclavo Onésimo, que se portó mal con él…y estaba pagando condena en la cárcel. Allí le conoció Pablo y le hizo cristiano. San Pablo se encariñó de él y lo consideró como un hijo engendrado por él en la fe. Al final de la condena le escribe Pablo a Filemón: Quizás se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto, tanto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano. “Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo”. El que sigue a Jesús, descubre a Dios como Padre y considera a cada hombre o mujer como un hermano o una hermana. Esta es la gran revolución del amor que tiene el evangelio.


3.- Tercera lectura. Evangelio: Lucas (14,25-33):

     ¿De verdad que Jesús sólo quiere que le amemos a Él? El seguir a Jesús está basado en el amor. Pero el amor que nos pide no está reñido con el verdadero amor al padre o a la madre. Si el seguimiento es incompatible con el amor a la familia es que está mal planteado. El amor que nos pide el evangelio está más allá del que nace del sentimiento, pero no estará nunca en contra. Seguir a Jesús nos enseñará a amar más y mejor a nosotros mismos, también a nuestros familiares y amigos.
Lo único que nos mandó Jesús es que “nos amáramos unos a otros como Él nos ha amado” (Jn. 13,34). Cuando nos amamos con ese amor de Cristo, nuestro corazón se llena de un amor maravilloso, nosotros nos realizamos plenamente, y hacemos felices a otras personas.  ¿Qué más pueden desear unos padres que recibir el cariño apasionado de sus hijos? ¿Qué más pueden desear unos esposos que quererse como cuando se conocieron y se enamoraron?  Lo que les duele a los padres es un amor frío, distante, obligado. Lo que no pueden soportar los esposos es un amor cansado, aburrido o sospechoso. El amarnos como Jesús nos ama es la mayor garantía del auténtico y verdadero amor. Lo único que nos prohíbe el evangelio es “amar sin amor”. Si el segundo mandamiento es semejante al primero, nos debemos amar con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas. Sólo cuando nos amamos como Jesús nos ama, está feliz y contento nuestro Padre Dios.

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