Comentario a las lecturas. Domingo 4º Ordinario, ciclo A.

1.- “Al ver el gentío, subió al monte,

     se sentó, y se acercaron sus discípulos.” Subió al monte, como nuevo Moisés, y se sentó como Maestro. Los rabinos se sentaban en la cátedra de Moisés en las sinagogas (Mt. 23,2). El gentío significa que esa doctrina está destinada a la muchedumbre, a todos. Se acercan los discípulos. Esa doctrina tan sublime sólo la pueden entender los que han estado tan cerca de Jesús que ya han “experimentado” algo. Sólo el que ha experimentado el perdón de Dios está capacitado para perdonar y el que ha experimentado el amor de Jesús está capacitado para amar “como Él nos ha amado”. Doctrina maravillosa capaz de hacer una HUMANIDAD NUEVA. Pero sólo captada por “Los hijos del Reino”.

2.– “Bienaventurados los pobres en el espíritu”.  

      Éstos no son los que tienen un espíritu apocado, sino los “pobres de corazón”. “los que tienen alma de pobre”, los que se arriesgan a vivir como Jesús, el cual “siendo rico se hizo pobre por amor para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor. 8,9).  Mirándolo bien, Mateo no rebaja las exigencias de Lucas al hablar sólo de “pobres” sino que extiende el sentido de pobreza “y lo radicaliza”. Todos los bienes materiales o espirituales que Dios nos ha dado no son para enriquecernos, sino para enriquecer a otros que carecen de esos dones.


3.– Las bienaventuranzas no están pensadas por Jesús sólo para la otra vida.

     Se realizan ya en esta vida. El grave error de los cristianos, con una espiritualidad mal entendida, consiste en pensar sólo en el cielo. Así entendido tenía razón Karl. Marx cuando hablaba de la religión como “el opio del pueblo”. ¡Qué más quieren los corruptos, los violentos, los malvados…que les dejemos este mundo para ellos!… Nos dice el Concilio Vaticano II que “precisamente porque creemos en una vida futura feliz” no podemos desentendernos de este mundo. El cielo se construye con materiales de esta tierra. El Reino nuevo y maravilloso traído por Jesús comienza aquí. “El reino está dentro de vosotros” (Lc. 17,21). Tú llevas en ti mismo un amigo sublime que no conoces. Porque Dios reside en el interior de todo hombre, pero pocos saben encontrarlo. Este Jesús me empuja, desde dentro, a realizar un mundo nuevo, un mundo soñado por Dios. Soy consciente de que la perfección de ese Reino no la conseguiré aquí. Por eso todo lo que hago lo hago con esperanza. De esta manera mi vida nunca será una carga para mí, sino un camino de perfeccionamiento moral de mi ser. Lo perfecto se dará en la vida futura.    

        Iglesia en Aragón                                                                  

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