Comentario a las lecturas. Domingo 17º Ordinario, ciclo B.

      El tema de este Domingo es el más grave, el más urgente, el más actual. No plantea un problema sino “el problema”. El gran problema de la existencia de hambre en el mundo. Y, con el problema, una pregunta: ¿Cómo es posible que, en el siglo XXI, dos terceras partes de la humanidad tenga hambre? Esto significa que de cada tres personas una se come el pan de las otras dos.  En el evangelio se dan tres soluciones:
 
PRIMERA SOLUCION:
     La de Felipe. (Falsa). Dice: “doscientos denarios no bastan para que a cada uno le toque un denario”. Sólo habla de denarios, de dinero. Que el problema del hambre lo solucione “el capital”. Que se junten todos los banqueros del mundo. Y sabemos que si se juntan los banqueros es para ver cómo el capital es más rentable para los ricos.  Pensar que la solución al problema del mal ha de venir del capital es una ilusión. Y, además, un modo de “echar balones fuera”. Que el problema lo arreglen “los otros”. A mí que nadie me toque lo “mío” pues lo he conseguido honradamente. 
 
SEGUNDA SOLUCIÓN:
       La de Andrés. (Es buena). “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”. La solución viene de ponerse a compartir lo poco que se tenga. Es el tema de la solidaridad. Jesús podría haber hecho el milagro sin necesidad de “esos pocos panes y peces” pero no quiso porque prefirió destacar el signo de la solidaridad como “milagro permanente”. En la primera comunidad cristiana ·nadie pasaba necesidad porque “los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de las ventas, lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos. 4,34). Según la apología de San Justino del siglo II, al final de la Misa se repartía a los pobres lo que los fieles habían ofrecido. Por eso, desde el principio, la Eucaristía ha estado vinculada a los pobres. El día en que todos los hombres y mujeres del mundo nos demos la mano, ya no habrá más manos pidiendo pan.
 
TERCERA SOLUCIÓN:
       La de Jesús. (Es óptima). En Mc. 6,42 se dice: “Todos comieron”.  Jesús nunca hubiera aceptado esos pocos panes y peces para comer Él y sus discípulos solos. La alegría de Jesús es que “comieron todos”. Jesús miró al cielo antes de hacer el milagro. En el cielo está el Padre de todos, que quiere que los alimentos de sus hijos lleguen a todos. Jesús está feliz cuando ve que el alimento ha llegado a todos. No importa que los alimentos no sean exquisitos. Jesús no multiplicó “angulas “ ni siquiera un “pan de trigo”. Eran peces normales y pan de cebada. !Qué felices seríamos el día en que nos pudiéramos comer un  plato abundante de patatas, sabiendo que ese plato lo habían comido todos los hombres y mujeres del mundo!. Qué impresionantes las palabras de Jesús: «Recoged los pedazos que han sobrado, que nada se desperdicie”. Los que hemos vivido en el Tercer Mundo sabemos todo lo que se puede hacer allá, con lo que a nosotros “nos sobra” acá. Y nos seguimos preguntando: ¿Nos es lícito derrochar tanto en cosas superfluas mientras tantos hermanos nuestros carecen de las necesarias? 
Iglesia en Aragón
 
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