Comentario a las lecturas. Domingo 24º Ordinario, ciclo B

Desde el momento que Jesús se hace presente en su vida pública comienzan las preguntas sobre Jesús. ¿Quién es éste? ¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí? Jesús es alguien que levanta preguntas. Su vida, su persona, su doctrina causan extrañeza y no deja a nadie indiferente. Por otra parte, a la pregunta de quién es Jesús, el mismo evangelista va a dar respuestas desde distintos personajes. Y aquí habrá de todo: respuesta falsa, respuesta insuficiente, respuesta auténtica, 1.– Respuesta falsa: El joven rico: Mc. 10,17-23.  Se trata de un hombre bueno. No se ha enriquecido injustamente. No ha sido un corrupto. Incluso ha guardado los mandamientos desde su juventud. Tanto es así que “Jesús le mira con cariño”. Jesús se entusiasma, se encuentra con un hombre con posibilidades y se atreve a hacerle una invitación a seguirle: “una cosa te falta: vende lo que tienes, dalo a los pobres, luego ven y sígueme”. Ante estas palabras, frunció el ceño y se marchó triste porque poseía muchos bienes.  El que sigue a Jesús no necesita más que a Jesús. Él es su riqueza, su tesoro y la razón de su vida. Al joven aquel le faltó decisión. Se quedó con toda su fortuna, pero «se quedó triste». Comprendió que, si hasta ahora el dinero le había hecho feliz, Desde ahora ya no. Había perdido la gran oportunidad de su vida: seguir a Jesús. No se puede seguir a Jesús teniendo el corazón atado a la riqueza. 2.– Respuesta insuficiente. Pedro (Mc 8, 27-30). San Pedro toma la palabra y quiere hablar en nombre del grupo. Contesta enfáticamente: «Tú eres el Mesías”. Aparentemente parece que Pedro ha dado en el clavo, ha dado la respuesta que quería Jesús. Pero sólo aparentemente porque, cuando Jesús le explica el tipo de Mesías que Él encarna, es decir, un Mesías que va a sufrir mucho y lo van a matar, Pedro lo toma aparte y le increpa para que no acepte ser un Mesías que debe padecer y morir. Y es entonces cuando Jesús va a decir a Pedro una de las frases más duras de todo el evangelio: «Apártate de mi vista, Satanás». Al pie de la letra significa: «Ponte detrás de mí». El camino lo marco yo y no tú. 3.– Respuesta auténtica:  El ciego de nacimiento (Mc 10, 46-52). Un ciego es alguien que no ha podido estudiar ni aprender. Alguien que está en la oscuridad y no puede caminar. Por eso «estaba sentado junto al camino».  A éste, Jesús le va a abrir los ojos y le va a enseñar el verdadero camino. El camino de Jesús sólo lo puede recorrer aquel que es iluminado por Jesús. El seguimiento de Jesús en este ciego tiene unas características especiales: “Arrojó el manto».  El manto es lo único que tiene. Aquello que lleva el pobre para protegerse del frío en las noches.  Y sin embargo, lo arroja. Se ha encontrado con Jesús y ya no necesita nada. Es lo contrario del joven rico. “Dio un salto»  Es el salto de gozo, de júbilo, de entusiasmo, al encontrarse con Jesús. Es lo contrario de la vulgaridad y mediocridad de los discípulos que siguen a Jesús de mala gana, sin entusiasmo, sin alegría, sólo preocupados por los primeros puestos, por ser los importantes. “Y siguió a Jesús por el camino». Y el camino conducía a Jerusalén donde Jesús iba a encontrarse con la Cruz y con la muerte. Un hombre que acaba de ser curado de la vista no tiene tiempo para ir a su casa y comunicarlo a los familiares y amigos. El que sigue a Jesús no quiere ver a nadie más que a Jesús y así acompañarle en el camino, un camino que ciertamente le lleva a la cruz y a la muerte, pero que no termina en la muerte sino en la Resurrección.
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