Comentario evangélico. Domingo 7 B Ordinario.
“Salir en su búsqueda”
La fama de Jesús se había extendido tanto que, en cuanto supieron que había llegado, una multitud se agolpó en una casa para escucharle. Jesús ha regresado a Cafarnaún no a descansar sino a seguir proponiendo la Palabra. Estos hombres deseaban escuchar a Jesús, dejaron sus trabajos, sus actividades cotidianas para escucharle.
En este contexto se produce la escena central de este evangelio. Al no poder llegar hasta Jesús debido al gentío, los que conducen al paralítico imaginan una solución distinta. Descolgarlo por el techo de la casa. Hay un detalle que no debemos pasar por alto: Jesús queda admirado, no por el ingenio de estos hombres, sino por la fe tanto del enfermo como de sus porteadores, que les ha hecho salvar todos los obstáculos para llegar hasta Él. Jesús como respuesta a esta fe concede una palabra de salvación para el enfermo, le perdona sus pecados. Realidad más grande que la mera restitución de la salud, aún siendo ésta también importante. Para el creyente, la plena salud sin la comunión con Dios no produce por sí misma la felicidad.
Como contraste a esta bonita escena, de nuevo, nos encontramos con los escribas que, una vez más, son incapaces de alegrarse con el bien del prójimo. No dieron su opinión en voz alta, no se atreverían quizás, pero Dios, como dicen los salmos, conoce profundamente nuestro corazón, y Jesús averiguó lo que ellos pensaban y les reprochó tal pensamiento. Si Jesús hubiera solo restituido la movilidad al paralítico únicamente podría haber sido definido como un curandero con poderes extraordinarios. Ahora bien, si Jesús primero de todo le ha perdonado los pecados es precisamente porque Él es el Hijo de Dios. Responde a los escribas diciendo que sí, que Él puede perdonar los pecados y también puede restituir la salud al enfermo, como signo de la fuerza misericordiosa de Dios.
Así Jesús, como demostración de que el poder de Dios no puede ser cuestionado por la simpleza de unos hombres, realiza la curación del paralítico, bellamente descrita por la secuencia de verbos: levántate – coge tu camilla – vete.
La multitud que abarrotaba la casa se quedó atónita ante la Palabra de Jesús, palabra que puede devolver el perdón a una vida y restituir cualquier dolencia. La admiración fue acompañada de la alabanza a Dios, porque solo de su amor y de su poder pueden surgir estas realidades.
Hoy, este evangelio nos invita a aprender del paralítico y de sus amigos que vencieron todos los obstáculos para llegar hasta Jesús. Nuestra fe, nuestros esfuerzos por llegar hasta Dios, nunca le son indiferentes. La misma secuencia de verbos del final del evangelio puede ayudarnos: levantarnos, dejar nuestra comodidad; coger nuestra vida, todo aquello que queremos presentar a Jesús y salir en su búsqueda, sin tener miedo a las dificultades. Y como aquellos hombres buenos de Cafarnaún que también nosotros demos gloria a Dios. Que le agradezcamos cada día lo mucho bueno que Él nos da.
Rubén Ruiz Silleras.