Comentario evangélico. Domingo 17 B Ordinario.
Domingo XVII del Tiempo ordinario, 29 de julio de 2012. Juan 6,1-15. Ciclo B.
Cinco panes de cebada y un par de peces.
El ver de Jesús no es como nuestro ver. Cuando Jesús mira ve la realidad completa de la persona, sus necesidades más superficiales y las más íntimas. Este evangelio va a comenzar con un ver de Jesús. Por fin, Jesús había encontrado un poco de reposo con sus discípulos, pero su “ver”, que es el “ver” de Dios, le impide aislarse de la realidad, por eso levanta la vista y ve que allí en lo alto de la montaña, ya había acudido mucha gente que les estaba rodeando y que estaban necesitados. Por eso se acaba el descanso de Jesús con los suyos y empieza la acción.
Jesús empieza preguntando a los suyos qué hacer ante esta situación. Una multitud, en la cima de una montaña, muchos hambrientos. ¿Qué hacemos? ¿Cómo les damos de comer? Dice el texto griego que Jesús dirigió esta pregunta a Felipe para “ponerlo a prueba” (peirazo). No hay que entender, por tanto, esta pregunta de Jesús a Felipe como si se tratara de una trampa. En ningún caso. No hay que olvidar que Jesús aprovecha cada ocasión para enseñar a los suyos. También lo va a hacer en esta ocasión. Si bien la respuesta de Felipe es poco esperanzadora: “Señor es imposible alimentar a esta multitud, ni con una gran cantidad de dinero podríamos hacerlo”. A lo mejor, la respuesta que Jesús esperaba era algo parecido a esto: “Señor esta multitud necesita comer, vamos a compartir la poca comida que tenemos, pero esta gente también está necesitada de tu Palabra”. El alimento material será importante, pero no lo será todo.
De hecho hay un detalle interesante que nos remite al significado profundo de esta multiplicación: cuando Jesús toma los panes pronuncia sobre ellos la acción de gracias. El verbo griego aquí utilizado es “eucharisteo”, que literalmente significa “dar gracias”, de aquí proviene nuestro término “eucaristía”. Jesús está anticipando con este gesto esta realidad: el pan verdadero, el pan que sacia el hambre completa del hombre es el propio Jesús, su Palabra, su propio cuerpo.
El resultado de esta escena es aparentemente satisfactorio, todo el mundo ha podido comer, incluso hasta saciarse. No sabemos, sin embargo, si la multitud que presenció el signo alcanzó a comprender el significado profundo del mismo. Sí que nos constata el evangelista la admiración de la gente ante Jesús por esta multiplicación. Decían que era un profeta y querían hacerlo rey. Jesús entonces se marcha, se retira, no quiere que le hagan rey. Este detalle que aparece al final del evangelio quizás nos ayude a afirmar que no, que no han entendido bien lo que ha hecho Jesús. Si le quieren proclamar rey es porque les ha dado de comer y ha resuelto sus necesidades materiales pero Jesús no quiere esa corona. Se marcha, porque no han comprendido. Solo Dios es la respuesta completa a las necesidades del hombre.
Rubén Ruiz Silleras.