Comentario evangélico. Domingo 23 B Ordinario.
Domingo XXIII del Tiempo ordinario, 9 de septiembre de 2012. Marcos 7,31-37. Ciclo B.
Unirse a la causa del Bien.
Jesús se encuentra fuera de Israel, en territorio extranjero. Tiro, Sidón, fueron ciudades fenicias muy importantes de la provincia de Siria, por tanto al noroeste de Israel. Las diez ciudades de la Decápolis estaban al otro lado del Jordán, al este del país de Israel. Los que habitaban estas regiones eran considerados por los israelitas como extranjeros y paganos. Simplemente los extranjeros no eran miembros “del pueblo elegido”. Pero Jesús, afortunadamente, ve más allá de donde alcanza ver el hombre. Y por eso va también al territorio extranjero para demostrar que la Salvación de Dios es para todos los hombres y que la condición para formar parte del pueblo elegido ya no es ser de una raza concreta, sino la fe en el Dios de Jesús.
Vayamos a la curación de nuestro relato. La persona que presentan a Jesús no solamente es sorda, sino que también es muda. Jesús toca sus oídos y su lengua, reza y pronuncia esta palabra: “effetá”, la orden de Jesús fue tan categórica que ni los evangelistas se atrevieron a traducirla, conservaron la misma palabra hebrea que pronunció Jesús. Significa: ábrete. Este hombre anónimo ha recuperado plenamente sus capacidades sensoriales, pero el significado de este gesto de Jesús no acaba aquí. En Israel la sordera era no solamente un defecto físico, sino que también era una imagen que representaba a aquellos judíos que se resistían a abrirse a la palabra de Dios. Este hombre ahora no solo puede oír y hablar, sino que también puede escuchar la palabra de Dios y profesarla con sus labios. Su encuentro con Cristo le ha abierto también a la vida de la fe. Toda una lección para los judíos que se resistían a aceptar a Jesús como el Hijo de Dios.
La gente que asiste a este milagro de Jesús queda asombrada. Podría asombrarnos también a nosotros que Jesús pida silencio a su auditorio, es decir, que no dijeran a nadie lo que habían visto. Lo único que Jesús quiere evitar es un anuncio desmedido, impulsivo, condicionado por lo que acaban de ver, y que no se ajuste con la verdadera identidad de su persona. Pero los que han presenciado aquella escena no pueden callar, lo que ha hecho Jesús es realmente hermoso para ocultarlo. Sin embargo, la interpretación del auditorio de Jesús es muy correcta. No dicen de Él que sea un mago, o un milagrero, sino que lo ponen en continuidad con la palabra de los profetas. En Jesús se cumplen aquellos oráculos proféticos que anunciaban que sólo el Mesías haría “oír a los sordos y hablar a los mudos”. Esta confesión de fe se completa con esta sencilla pero hermosa frase, Jesús “todo lo ha hecho bien”.
Pidámosle a Dios que desate todos nuestros lazos. Que abra bien nuestros sentidos y nuestro corazón para que podamos escuchar su Palabra y para que cada día intentemos imitar a Jesús sumándonos a la causa del Bien.
Rubén Ruiz Silleras.