Comentario evangélico. Domingo 24 B Ordinario.
Domingo XXIV del Tiempo ordinario, 16 de septiembre de 2012. Marcos 8,27-35.
Ciclo B.
¿Quieres venirte conmigo?
Lo hemos oído muchas veces: nadie puede amar a quien no conoce previamente. El evangelio de este domingo apunta en esta dirección. Digámoslo rápidamente: se trata de conocer bien quién es Jesús para luego, fruto de una decisión personal, poder amarle y seguirle. Vayamos al texto.
Nos encontramos en la escuela “en camino” de Jesús. El Señor aprovecha los recorridos a pie por los caminos de Israel, de pueblo a pueblo, para enseñar a los suyos. Camino de la región de Cesarea de Felipe (situada al norte del lago de Galilea, a los pies del monte Hermón) Jesús lanza una pregunta directa a los suyos. La respuesta primera que recibe Jesús apunta a la confusión que había entre la gente sobre su verdadera identidad. Sí, la gente sabía que Jesús era alguien especial, que era un profeta, quizás un nuevo Bautista o un nuevo Elías… pero todas estas respuestas se quedaban cortas. Porque Jesús es mucho más que cualquiera de los profetas. La respuesta más acertada va a llegar de labios de Pedro: sí, Jesús es el Mesías, el ungido, el Hijo de Dios (Mc 1,1,). Sin embargo, la respuesta de Pedro, aún siendo acertada, no es del todo correcta. Porque Pedro, y por tanto también los discípulos, comprenden el mesianismo de Jesús de una forma un poco equivocada. Para ellos, en la misión de Jesús no cabe la derrota, el sufrimiento, ni el rechazo. Por tanto, para ellos, ir tras las huellas de Jesús, sólo podía ser sinónimo de triunfo, de poder y de gloria.
Desde esta errada comprensión no nos extraña tanto la orden tajante de Jesús que les prohíbe revelar su identidad. No pueden anunciar a los demás algo que ellos, los discípulos, todavía no han acabado de comprender bien. Por eso, acto seguido, Jesús anuncia que el camino del Mesías también pasa por el sufrimiento y la pasión. La reacción airada –y sorprendentemente atrevida- de Pedro ante estas palabras de Jesús confirman totalmente que Pedro no estaba en sintonía con Jesús. La respuesta enérgica de Jesús igualmente nos puede sorprender, pero lo que está en juego es mucho. Pedro es el portavoz de los doce, por eso la respuesta de Jesús debía ser ejemplar.
Después de estas duras palabras Jesús realiza la invitación. Cuando uno conoce realmente a una persona, uno está en disposición de amarla. Y cuando uno ama a una persona está dispuesto a hacer lo que sea por ella. Jesús ha desvelado quién es Él y lo que supone seguirle. Jesús nos ama y por eso nos invita a seguirle. No olvidemos las palabras primeras de esta invitación que son preciosas: “Si alguno quiere venirse conmigo…”. El amor no puede obligar. Jesús no obliga a que le sigamos, lo desea, porque sabe que esa opción nos dará la felicidad. Sí, es verdad, si decidimos seguirle tendremos que hacer renuncias. Pero, ¿qué amor cuando es real no implica renuncias? Seguir a Jesús es, antes que nada, una cuestión de amor.
Rubén Ruiz Silleras.