Comentario evangélico. Domingo 28 B Ordinario.
Domingo XXVIII del Tiempo ordinario, 14 de octubre de 2012. Marcos 10,17-30. Ciclo B.
La mirada cariñosa de Jesús.
Un hombre se acerca hasta Jesús y le pregunta qué ha de hacer para heredar la vida eterna. La respuesta de Jesús no le convence y se marcha dándole la espalda y prefiriendo conservar su riqueza. Sí, podríamos pensar que este hombre es un egoísta, un maleducado (por dejar plantado a Jesús) y que el evangelio nos lo propone como modelo de aquello que no tenemos que ser. Sin embargo, una lectura serena del texto nos ofrece una visión distinta y más favorable de este hombre. En primer lugar nos encontramos ante un hombre bueno, que salió al encuentro de Jesús, fue corriendo y se arrodilló ante Él. No cualquiera se arrodilla ante otra persona, y menos lo hace un hombre soberbio y seguro de sí mismo. No es el caso de nuestro hombre. Arrodillarse ante Jesús significa creer en Él, reconocer su condición divina. Este hombre está buscando heredar un día la vida eterna, por tanto es un judío creyente, que cree en las promesas de Dios y espera en ellas. Es un hombre bueno porque desde pequeño cumple los mandamientos. ¿Podríamos decir lo mismo cada uno de nosotros? Hay otro detalle textual que confirma lo anterior y es la mirada de Jesús. En otros casos hemos visto cómo Jesús mira con ira a aquellos hombres que tienen el corazón duro, a este hombre le mira con cariño (el texto griego dice que: “mirándole le amó”, nuestra traducción es, por tanto, muy acertada). Jesús reconoce el valor de este hombre. Pero Jesús, que siempre quiere sacar lo mejor de nosotros mismos le pide más. Le pide que se abandone totalmente en Dios y abandone aquello que le tiene cogido también el corazón: su riqueza, sus bienes materiales. Y es en ese momento cuando este hombre se retira. Seamos indulgentes con este hombre, ¿quién de nosotros no tiene alguna “riqueza” (del tipo que sea) que nos separa o nos aleja de Jesús?
Jesús aprovecha esta escena para impartir una enseñanza a los suyos sobre la riqueza. Cuando el hombre pone toda su confianza en el dinero está situándose lejos del Reino de Dios, porque está sustituyendo al Creador por los bienes creados. Los discípulos reaccionan asustados. Jesús responde dando ánimos: no es imposible, Dios que lo puede todo, nos ayudará para ser hombres y mujeres más libres, más vacíos de ataduras humanas y más llenos de Él. Los discípulos, aún con sus imperfecciones como el joven rico, eran también unos hombres buenos. Pedro dirá a Jesús que lo han dejado todo y le han seguido. El Señor reconoce, sin duda, el desprendimiento de los suyos, pero la lección que hoy les ha dado sobre la riqueza no la deberán olvidar nunca.
El joven rico fue un hombre bueno, que decidió no seguir a Jesús. A nosotros hoy, la Palabra, nos invita a seguir a Jesús con el corazón entero. A poner solo nuestra confianza en Él. Así, un día, si Dios quiere, podremos participar de esa vida eterna que perseguía nuestro joven rico.
Rubén Ruiz Silleras.