Comentario evangélico. Domingo 1 C Adviento.
Domingo I de Adviento, ciclo C. 2 de diciembre de 2012. Lucas 21,25-28.34-36.
Otra oportunidad nueva.
Una lectura rápida del evangelio de hoy puede causarnos cierto estupor. ¿Pero el Adviento no era tiempo de esperanza? ¿cómo encontramos estas imágenes tan terribles y estas palabras tan severas? De nuevo encontramos la respuesta a estas preguntas en el género literario con el que esta escena fue escrita por Lucas: el género apocalíptico. Éste género es como un ropaje literario propio con sus propias reglas: busca con imágenes sorprendentes llamar la atención del lector o del oyente. Por eso, en ningún sentido podemos interpretar los sucesos cosmológicos en sentido literal. Tenemos que intentar entender la finalidad de las palabras de Jesús. Prestando atención al texto vemos cómo el final de los sucesos cósmicos no acaba con la destrucción total del mundo, sino con la llegada del Hijo del Hombre, es decir con la llegada de Jesucristo. Entonces, intuimos que estas imágenes quieren llamar nuestra atención: los signos en el sol y la luna, los oleajes, los astros que se tambalearán… son todas ellas imágenes poderosas para llamar la atención del hombre que vive la historia y su historia con atonía, aburrimiento y desesperanza. Para algunos la vida no es más que una sucesión de las páginas del calendario, sin mucho sentido. Para el cristiano cada día, cada mes, cada año, está cargado de sentido, porque la historia de los hombres no se ha detenido. Está encaminada hacia su realización definitiva. Ese día no será el del caos, será el día de nuestra liberación. Lo dice Jesús. Nos lo ha prometido, ¿por qué vamos a dudar de ello?
Por eso, la segunda parte de este evangelio es ya una llamada de atención directa de Jesús a todos nosotros. La fórmula imperativa de Jesús no deja lugar a duda: “tened cuidado”. No podemos seguir viviendo como si todo diera igual. No es lo mismo mentir que decir la verdad. No es lo mismo vivir con esperanza que vivir esclavo de los “agobios de la vida”. Por otra parte, la espera y la esperanza en ese final definitivo de la Historia no debe despistarnos, no nos debe hacer olvidar que vivimos en el presente. Que nuestra responsabilidad es estar despiertos hoy, para obrar el bien y rechazar (escapar) todo lo que nos aleje de Jesús. La expresión final de este evangelio es bien bonita y nos habla de esperanza: pedid la fuerza para poder “..manteneros en pie ante el Hijo del Hombre”. ¿Quién puede permanecer erguido, en pie delante del mismo Dios? En las religiones antiguas ningún hombre podría mirar a los ojos a su dios y permanecer con vida.
Un día, podremos mirar a los ojos a nuestro Dios. Sabemos que sólo Dios puede concedernos esta gracia, mientras tanto, en este adviento, en este tiempo nuevo debemos trabajar para poder ser considerados un día dignos de tal regalo. Por eso, también este adviento es otra oportunidad nueva que Dios nos concede.
Rubén Ruiz Silleras.