Junio 2016. Capilla de Santa Orosia de la Catedral de Jaca
Barroco, siglo XVII
La pieza del mes de junio de este año jubilar de la Misericordia, está dedicada a la capilla parroquial de la Catedral, colocada bajo la advocación de Santa Orosia, puesto que como nos explica el Papa Francisco, los Santos y los Beatos hicieron de la misericordia su misión de vida y los milagros hechos por Dios con la intercesión de los santos son reflejo de la Misericordia divina.
La construcción de esta capilla data de finales del siglo XVII y responde al gusto del estilo barroco churrigueresco imperante en ese momento y que se caracteriza por una decoración muy recargada. Preside la capilla el retablo, en madera dorada y policromada, cuya calle central acoge bajo hornacina avenerada la magnífica talla de la santa, con cetro y palma de martirio y en el momento de ser coronada por los ángeles.
Completando la decoración de la capilla, los muros laterales están ornados con unas pinturas murales de finales del siglo XVII que recubren casi toda su superficie y que manifiestan ese gusto barroco por la teatralidad llegando a colocar incluso personajes asomándose por celosías y puertas fingidas. Son un conjunto de 6 escenas, que narran distintos episodios de la mártir jacetana. Así, sobre la puerta de la Sacristía está recogido el martirio de la santa, decapitada en el monte de Yebra de Basa por soldados musulmanes; frente a él, se pinta el momento en el que el cuerpo de la Santa es trasladado por el pastor Guillén hasta las puertas de la Ciudad de Jaca. En el mismo lado de la Epístola tenemos la narración del intento de sacar una reliquia de la cabeza de la santa, intento que provocó tantos problemas al obispo D. Juan de Aragón que incluso la devolvió en 1503, y la representación de la solemne exconjuración de las tormentas desde el atrio de la catedral, ante el arca santa y unos cofrades de la Real Hermandad de santa Orosia con hachones encendidos. En el lado del Evangelio se completa el conjunto iconográfico de los milagros de la santa con la curación de una joven de Bohemia y la recuperación de la vista de un ciego. En la cúpula se representa la apoteosis de la santa subiendo al cielo y las representaciones de San Juan Bautista, San Pedro, el príncipe Cornelio (hermano de Santa Orosia) y su tío, el obispo San Acisclo.
¿Sabías que...?
La versión más tradicional y más extendida en nuestras montañas de la vida de la Patrona de la Diócesis nos cuenta que Orosia (o Eurosia que quiere decir Buena Rosa) nació en la ciudad Bohemia de Laspicio, en el siglo IX d.C. Sus padres fueron los duques Boriborio y Luzmila. A los quince años fue casada mediante poderes con un noble aragonés. Cuando la joven Orosia fue enviada a Aragón desde Bohemia le acompañaron su tío, el Obispo Acisclo, y su hermano, el príncipe Cornelio. Al cruzar la cordillera pirenaica, los musulmanes avisaron a Mohamad Aben Lupo de Tena de la llegada de la comitiva cristiana y organizó un ejército para capturarles. Fueron localizados en Yebra de Basa aunque consiguieron huir monte arriba y se escondieron en una cueva. Finalmente, el obispo, el príncipe y demás acompañantes fueron asesinados. Pero Aben Lupo, prendado de la belleza y juventud de Orosia, le propone casar con Miramamolín de Córdoba. Ella no acepta la proposición, por el deseo de mantenerse fiel a su fe, y allí comenzó su martirio. Primero le cortan las manos y los pies y, finalmente, murió decapitada. No se sabe quién exhumó el cadáver. Dicen que fue obra de los ángeles, y en la madrugada de un 25 de junio, el pastor Guillén de Guasillo recibe la siguiente orden: levanta pastor y oye las órdenes de tu Dios y Señor. Éste, guiado por el ángel, llegó dónde estaban los restos de la mártir desde hacía dos siglos. Cogió los huesos y, cumpliendo el encargo, dejó la cabeza en Yebra y el cuerpo en Jaca, donde se encuentran actualmente. Se cuenta que cuando Guillén se estaba dirigiendo hacia Jaca con el cuerpo de Santa Orosia entre sus brazos, los campos se iban llenando de flores y todas las campanas de todas las iglesias se pusieron a repicar espontáneamente, reconociendo que la Patrona estaba entrando en su ciudad.